La gente en La Comuna y La Gasca cree que todo empezó entre las 18:00 y 18:20 del lunes pasado, cuando se escuchó un estruendo, se fue la luz y empezó el caos.
En la Comuna, un barrio popular que se asienta a los pies del Pichincha, era un día como cualquier otro. Desde el fin de semana hubo lluvias, pero no fueron tan fuertes. En la esquina de la Berrutieta y Antonio Herrera, los vecinos y amigos de otros barrios se concentraban en la cancha de vóley desde las 15:00. Ese era el punto de encuentro donde a diario la gente bajaba a jugar y también a ver los partidos, cuenta Patricio Sanguña, un morador del barrio.
Ese espacio se arregló antes de que empezara la pandemia del covid-19. “Rescataron el espacio y se puso techo. Por eso, aunque ‘chispeaba’, la gente bajaba a jugar”, dice Carlos Pazmiño, otro vecino.
La cancha está a una cuadra del túnel que conecta la avenida Mariscal Sucre con la Berrutieta, la cual se convirtió en el canal de desfogue de agua, lodo, piedras y troncos que llegaban desde arriba.
Consuelo Chicaiza tiene su casa en esa cuadra. Recuerda un estruendo, el corte de luz y que todo empezó a temblar. “Era como una ola que llegó hasta el segundo piso. Algo impensable porque hasta ese momento solo caía una llovizna”.
Las marcas de la ola están en las paredes y ventanas de la casa de Consuelo. Uno de los vidrios del segundo piso está roto por la fuerza del aluvión.
En la cancha de vóley no pudieron reaccionar. Unos hablan de 40 personas. Otros, quienes pasaron por el lugar antes del aluvión, dicen que eran 60 personas. Había un campeonato y allí acostumbraban a jugar con fuertes apuestas.
Chicaiza dice que lo más fuerte duró cinco minutos, pero pudo ser más tiempo. Su desesperación solo la llevó a refugiarse en el segundo piso mientras el agua recorría las calles de La Gasca.
La misma desesperación sintió Fabián Lugmaña, quien vive cerca del túnel. Su hermana tiene la casa al lado de la cancha. Esperó que pasara lo peor y, después, en medio del agua que bajaba con fuerza, salió a buscar a su familiar.
“No pudo ser más allá de las 18:30. Solo le gritaba a mi hermana para saber si estaba bien. Pensé lo peor, pero gracias a Dios no les pasó nada. Viven ocho personas ahí. Lo perdieron todo, pero están con vida”, cuenta.
No todos tuvieron la misma suerte. Lugmaña cuenta que apenas fue posible, cerca de las 18:45, la gente empezó a ayudar y lograron sacar del lodo a cinco vecinos. Cuando habla de los fallecidos se quiebra su voz y prefiere no contar más.
Más abajo, en la calle N24C, en la Comuna Baja, el agua se llevó una casa ubicada cerca de la cancha. Entró con tierra, palos y piedras a dos edificios y continuó su curso hacia La Gasca.
Margarita Chiluisa vive en esa calle y recuerda que el estruendo que escuchó la hizo salir a la ventana. Vio postes caídos y había chispas en los cables de electricidad que hacían contacto con el agua.
La situación se volvió más compleja cuando llegó la noche. No había luz, tampoco era posible comunicarse con familiares. Con lo que tuvieron a mano, según Chicaiza, limpiaron el lodo que entró a la casa. Así pasaron hasta la 01:00; mientras tuvieron fuerza.
No solamente la calle La Gasca fue afectada. La Núñez de Bonilla, una cuadra hacia el norte, también sintió el impacto del aluvión.
Consuelo Díaz tiene su casa frente al parque de esa calle, casi a la altura de la Domingo Espinar. “No llovía mucho. Pensé en sacar a mi perrito a pasear. Preferí no mojarme”, cuenta. En el parque había gente. Por eso, cuando todo empezó, Díaz escuchó gritos. Ella salió a la ventana y también vio una ola que alcanzaba los dos metros.
Solo pudo esperar. A las 20:00, en medio de la oscuridad y con lo último de batería que le restaba a su teléfono, logró hablar con sus hijos. Minutos después la recogieron a ella y a su esposo.
La noche transcurrió entre el miedo y la ansiedad. Ninguna autoridad les dijo qué debían hacer. Por eso, y ante el miedo de más lluvias o de robos, los vecinos prefirieron mantenerse despiertos.
La mañana de ayer, hasta La Gasca y La Comuna llegaron trabajadores de la Empresa Eléctrica Quito (EEQ), Empresa de Agua Potable (Epmmaps), militares y policías. Todos, con pala en mano, intentaban limpiar las calles y veredas, donde en medio del lodo había ollas, ramas, zapatos, cómodas, autos destrozados, guardachoques, varillas y cables. A primera vista, era similar a las zonas más húmedas de una selva.
La luz regresó paulatinamente la mañana de ayer. El ofrecimiento de Miguel Zea, jefe de Operación de la EEQ, fue que hasta las 18:00, el servicio retornaría por completo. En una primera evaluación los daños significaban cerca de USD 25 000 para esa empresa.
En La Gasca y La Comuna hay solidaridad y dolor. Los vecinos montan una red de apoyo para sacar los escombros de sus casas. Otras personas, entre ellas Olga Leiva, transitan por la N24C en busca de un familiar. Leiva no encuentra a su tía, una persona de la tercera edad.
“No sabemos nada de ella desde ayer (lunes). Tenemos familiares fallecidos, pero a mi tía no la encontramos. Ayúdennos por favor”, dice mientras camina. Hasta las 16:40 de ayer, las autoridades confirmaron la muerte de 24 personas. También había 15 desaparecidos y otros 47 heridos.