Dueños de locales comerciales del hipercentro de Quito dicen trabajar a pérdida por la emergencia sanitaria

Los dueños de negocios en la avenida República de El Salvador, centro norte de Quito, registran bajas ventas luego de que han transcurrido 13 días de la implementación del semáforo amarillo en la capital. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

La situación económica de los negocios en el hipercentro de Quito es crítica. Ni siquiera con la implementación del semáforo amarillo, vigente desde hace 21 días, se han recuperado de las pérdidas generadas por la emergencia sanitaria del covid-19.
Esa zona, la cual abarca el parque La Carolina y el estadio Olímpico Atahualpa, se caracteriza por la presencia de negocios de todo tipo, agencias bancarias y miles de personas caminando con dirección a sus oficinas o para efectuar trámites. También hay grandes centros comerciales y edificios con miles de trabajadores.
Sin embargo, tras la emergencia sanitaria, esa realidad ha cambiado. Cada vez hay más locales que cierran y las deudas por arriendos se acumulan. A lo largo de la avenida República de El Salvador aparecen varios locales cerrados y, en los ventanales, se colocan letreros con el mensaje “se arrienda”. Ni las promociones que ofrecen en los restaurantes o descuentos en la compra de mercadería atraen a los clientes en esta época.
Algunos dueños de los establecimientos están a la espera de que se active el semáforo verde para ver si logran, al menos, reunir dinero para cancelar el alquiler de los locales. Caso contrario, sus negocios se unirán a la lista de establecimientos cerrados desde mediados de marzo del 2020 cuando explotó la pandemia en Quito.
Gustavo Terán tiene dos negocios, una licorería y un restaurante de comidas rápidas. En el primero -asegura el comerciante- las ventas disminuyeron en un 80%. “En el otro apenas recibo en promedio de cuatro comensales al día. Todo es a pérdida, pero hay que luchar”.
Recordó que uno de sus amigos cerró un chifa ubicado en la avenida 6 de Diciembre y Turquía. A su criterio, antes existía un alto flujo de gente porque funcionaban los cines y en los fines de semana aparecían los hinchas que acudían al estadio Atahualpa. También había una gran cantidad de empleados de las empresas que funcionan allí. “Yo creo que todo cambiará cuando se cambie a semáforo verde, la gente tendrá un poquito más de decisión para salir”.
En la avenida Naciones Unidas, desde el estadio Olímpico Atahualpa hasta la 10 de Agosto, decenas de comerciantes informales aparecen con bolsas de productos en las aceras; otros piden dinero a los conductores en las esquinas y semáforos.
Algunos conductores cierran las ventanas de sus vehículos por precaución. “Me da recelo abrirles porque ellos pueden ser portadores de coronavirus”, dijo Ernesto Castro, de 69 años.
Alejandro Morillo tiene una copiadora en la 6 de Diciembre y Manuel María Sánchez. Ahora, él recibe entre 10 y 15 clientes. Por las bajas ventas incluso tuvo que separar a dos empleados “Antes vendía hasta 300 dólares por día. Hoy logro 20 como máximo”.
Tiene recursos económicos para trabajar a pérdida hasta cuatro meses más. Si la situación del país no mejora, tendrá que cerrar. Afortunadamente, los dueños del inmueble que alquila le redujeron la tarifa en un 30% y eso le permite sobrellevar la crisis.
La misma realidad vive el peluquero Fabián Toapanta, quien subsiste de sus ahorros. “Trabajamos solamente para no cerrar. Antes, los sábados recibíamos a una gran cantidad de gente, pero ahora apenas hacemos dos cortes. Nos encontramos a pérdida”.
Va a pedir a su arrendatario que le rebaje las mensualidades para mantener su fuente de ingresos. Cuenta que sus vecinos también atraviesan por una situación difícil. Ha visto que llegan pocos clientes a los locales aledaños y no pueden recuperarse pese a la vigencia del semáforo amarillo.
El iraní Amir Goodarzi comercializa shawarmas y asegura que las ventas son “pésimas”. No le alcanza para pagar los USD 1500 del alquiler mensual. Asegura que su primo tiene un negocio similar y no puede abrirlo porque no le genera ingresos suficientes para mantenerlo.
Teme que su negocio quiebre como ha pasado con otros. “Uno tras de otro cierran, como si fuera un dominó”.
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