A las 07:00 del lunes en el Área de Salud N. 4 de Chimbacalle, en el sur de Quito, las sillas de la sala de espera no eran suficientes. Había alrededor de 100 personas esperando por un turno. La gente aguardaba sentada en el piso, en las escaleras, e incluso en las afueras del establecimiento, localizado en la calle Borgoñón.
El centro, que pertenece al Ministerio de Salud Pública, está situado en el barrio de Chimbacalle y tiene dos pisos. En la planta baja, en una esquina, una señora vendía caramelos, papas fritas y gaseosas. En el segundo piso había ocho personas. Dos chicos sentados miraban la TV. El resto estaba de pie en la fila que venía desde la planta baja.
María Morillo, de 67 años, empezó a hacer fila para un turno a las 06:00. “Por suerte ahorita ya estoy sentada y adentro. Cuando recién llegué estaba de pie y afuera, imagínese con este frío cómo me sentía”, dijo. El centro lucía abarrotado de gente, ansiosa por la espera. Los niños correteaban entre las personas que formaban la fila para Medicina General e interrumpían el ingreso a la sala de espera de la planta baja.
Algunas salas, como la de espera del segundo nivel, estaba oscura y las puertas de los consultorios cerradas. Todavía no había atención y los doctores aún no llegaban. Dos ventanillas en todo el centro distribuían los turnos.
Matilde Gonza, de 46 años, estaba sentada en las escaleras leyendo un libro, usaba gorro y guantes. Hacía fila para un turno en Medicina General. La mujer llegó al centro a las 05:00. “Todavía no me dan turno. Ni siquiera llegó la persona de la ventanilla que da los turnos. A las ocho comienzan a repartirlos”, dijo molesta. Eran las 7:15 y la gente seguía llegando. Tres ventanillas entregaban turnos. Ningún doctor o enfermera se manifestó.
La situación era similar en el Área de Salud N°4 de Chiriyacu Bajo, que funciona desde hace 15 años. Es un centro pequeño, de una sola planta. En la sala de espera había unos 25 adultos y 15 niños de la escuela Jorge Escudero.
Eran las 7:30 del mismo lunes. En su oficina /consultorio, estaba la directora del centro, Doris Urquizo quien vestía un mandil blanco. Según sus palabras, este centro está abastecido. “La capacidad de este subcentro es de unas 100 personas diarias y en promedio vienen unas 80 al día. Tenemos un equipo de seis personas y creo que con eso nos batimos bien”.
Sin embargo – admitió- que a veces tienen problemas con la oferta de medicinas. “Hay temporadas que nos quedamos sin medicamentos, aunque para las emergencias si tenemos”, explicó Urquizo en su oficina de color taxo.
A 5 kilómetros de distancia de ese centro, en la ciudadela la Ferroviaria Alta, funciona el Área de Salud N°4. En este centro de salud, de unos 20 m² de área, había poca gente, con exactitud siete mujeres. Dolores Toapanta era una de ellas, ella caminaba de lado a lado siguiendo a su hija Amanda, de 2 años. “Vengo a que le hagan una revisión general a mi niña. Está sanita, pero nunca está demás una revisada”.
El centro lucía algo descuidado. En un rincón, cerca de la puerta del consultorio de Odontología, estaban apilados una estación vieja de dentista, una mesa y una silla. El cielo raso de ese rincón estaba roto y se podía ver el techo del pequeño establecimiento. Las paredes, verdes, tenían un poco de humedad y la pintura se había descascarado.
“Nuestro subcentro trabaja hace 40 años. Es muy pequeño el lugar y necesitamos una ampliación, por lo menos de dos consultorios más. También requerimos personal. Somos un equipo de salud básico: una enfermera, un doctor, una obstetriz, un odontólogo y un psicólogo. Necesitaríamos un médico más de ocho horas”, dijo la directora del centro, Germania Hermosa.
Este centro solía atender un promedio de 90 personas hasta hace un año. Ahora se atiende a 60, cuando su límite es de 45. “Antes, en el 2009, teníamos un doctor por ocho horas. Ahora nos lo quitaron y ya no podemos atender a todos”, señaló Hermosa. Ante este panorama, en ocasiones, es necesario remitir personas hacia otros subcentros para que puedan ser atendidos.
Cerca de ahí está el centro de la Atahualpa, de la ciudadela del mismo nombre. En este lugar la demanda de gente sobrepasa la atención y el espacio. La sala de espera tiene capacidad para 30 personas. Todas las sillas estaban ocupadas y el resto de personas estaban de pie. Silvia Valencia, enfermera, contó que el lugar tiene necesidades. “Atendemos unas 80 personas cuando el centro tiene capacidad para 60”.