William Basantes (centro), junto con los dirigentes barriales de San Gregorio, en el sur del Distrito Metropolitano. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Recorre su barrio con un teléfono en una mano y, en la otra, una carpeta plástica llena de oficios y trámites. Cuando se encuentra con algún vecino, siempre se detiene para conversar un rato. Presume de estar junto a su comunidad y de trabajar por su gente.
William Basantes es líder de San Gregorio, en la parroquia Chillogallo (sur). Es docente universitario y saca tiempo para dedicarse a la dirigencia. No es extraño verlo en mingas. Él fue asambleísta; no nacional ni provincial, sino zonal.
Desde hace 12 años se ha desempeñado en varios cargos. Hoy es presidente de su barrio y hasta hace unos meses fue asambleísta zonal; es decir, representante de su sector a la Asamblea de Quito, máximo órgano de participación ciudadana, según la norma vigente.
El trabajo entre toda la dirigencia que confluye en San Gregorio tiene mucha fuerza.
En otros sectores no hay esa armonía y “se disputan hasta quién hace mejor el agasajo del Día de la Madre”, reconoce Basantes. Agrega que “hay asambleístas que no tienen claras cuáles son sus funciones y las prioridades de los barrios”.
En el 2016 nacieron esas asambleas, amparadas en el Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (Cootad). Cada cantón puede tener ese tipo de representación ciudadana, indica Daniela Chacón, exconcejala y quien estuvo al frente de la creación de la Asamblea de Quito.
Para ello se redactó la Ordenanza 102, que hoy es parte del Código Municipal. Allí se detalla todo su funcionamiento.
La Asamblea de Quito se establece con la conformación de tres estamentos previos. El primero corresponde a la asamblea barrial, la cual surge con mínimo 30 integrantes de un barrio.
Luego, esa dirigencia se inscribe en la Administración Zonal correspondiente; entre sus deberes está designar representantes para las asambleas parroquiales.
La asamblea parroquial es el segundo estamento y está conformada por cuatro representantes barriales. Su papel: votar en los debates de los presupuestos participativos de las 65 parroquias, donde se escogen las obras que se harán el año siguiente. También se encarga de designar a 10 representantes para la asamblea zonal.
Esta es la instancia de deliberación y planificación en cada una de las ocho administraciones del Distrito. Entre sus atribuciones está elegir 10 representantes para que participen en la Asamblea de Quito.
El viernes 23 de abril se dio la primera sesión ordinaria de la Asamblea de Quito 2020-2021.
Pedro Tasambay, director de Participación Ciudadana, explicó que por la pandemia la reunión fue virtual. En total, son 80 asambleístas, y tras su posesión iniciará el proceso de rendición de cuentas municipal.
La Asamblea la forman 104 personas y se suman el Alcalde y delegados del Concejo Metropolitano, comunas, GAD parroquiales, entre otros.
Con estos nombramientos no faltan las disputas entre los presidentes de los barrios y los asambleístas ciudadanos, apunta Basantes. Uno de los casos más evidentes se registra en La Ferroviaria, en el sur.
Samuel Vargas, presidente del cabildo de ese sector, admite esos problemas. “Pese a representar a 28 barrios y trabajar con cada uno de los presidentes de los comités pro-mejoras, no me toman en cuenta en las asambleas barriales,que en muchos casos se conforman solo entre familiares”.
Alega que los asambleístas “no fueron elegidos por voto popular, pero son los únicos que tienen potestad para decidir qué obras se hacen con los presupuestos participativos. Y son las únicas voces que se escuchan en las administraciones zonales”. Y agrega, fue elegido “con todas las de ley”, hasta hizo campaña política.
Aquella rivalidad entre líderes no es desconocida por las autoridades municipales, admite Tasambay; pero las funciones están claras y se deben ajustar a lo que manda la Ley. Y si hay algo que corregir, se lo hará en el camino, agregó.
Chacón va por esa misma línea. Explica que por tratarse de una normativa relativamente nueva, es perfectible. Podría reformarse el texto para que no se generen dobles directivas, por ejemplo. Además, se debe dejar claro que las asambleas barriales deben convivir con los comités barriales.
Aquello ya se hace en San Gregorio. Los dirigentes de ese sector no esperan a ese ajuste de la norma y trabajan de la mano; es más: son amigos y cada avance en el sector es analizado entre el presidente del barrio, asambleístas y coordinador de seguridad.
“Para qué enemistarse si, al final, lo que hacemos unos y otros es para el bien de todo el sector”, dice Basantes, mientras sigue “gastando suela” en las calles de su barrio.