Con una botella plástica vieja y papel maché, Mónica Benavides, quiteña de 55 años, dio forma a una escultura de una mujer afro bailarina. El vestido era rojo y de estilo campana. Los brazos de la figura estaban estirados hacia los lados. Con un pincel resaltaba los labios rosados de la morena.
Esta es una de las innumerables obras que Benavides ha creado con material reciclable desde hace 30 años. El papel maché es su materia prima principal.
Su vida artística se inició con la pintura a los 15 años. En la sala de su casa, ubicada en Guápulo, exhibe cuadros. En uno de ellos retrató a una niña indígena descalza. Es un “autorretrato”, dice.
No terminó sus estudios en artes, decidió salir “a pintar por su cuenta”. Visitó barrios de escasos recursos y comunidades indígenas donde dictó gratuitamente talleres. “Cuando se da clases uno aprende mucho”.
Benavides recordó que en la Forestal Alta trabajó con un grupo de 45 niños. Como no tenían dinero para comprar los insumos necesarios, fue descubriendo nuevos materiales, como el papel, el plástico y el vidrio.
Ahora en su mesa de trabajo hay desde focos, platos, sorbetes, paletas de helado, hasta engrudo (mezcla de harina y agua).
Todas sus obras son hechas con material reciclado. No tiene problemas para adquirirlo, ya que sus vecinos le suministran cuando va a la tienda o camina por la calle. “Hay tanta basura, que lo que se reutiliza es poco. A veces debo decir ya no más”.
Para Benavides hacer arte con lo que es desechado es prolongar la vida de las cosas. Es un tipo de expresión artística que todo el mundo puede hacer.
Siempre está en busca de nuevas técnicas. El viernes pasado mostró la figura de una madre que abraza con su paño a su hijo pequeño. A simple vista no se ve, pero está hecha de bolsas plásticas. El procedimiento es simple.
Se llena una funda con la mayor cantidad de plástico hasta formar una especie de pelota. Luego se le da la forma que se quiere, como si se tratase de plastilina, se la fija con papel periódico y engrudo. El toque final es la pintura.
En su taller se observan algunos objetos novedosos. Por ejemplo, un gato bailarín elaborado con rollos de papel higiénico, un espejo cuyo marco es de papel maché y un plato hecho con trozos de CD pintados que dan la apariencia de ser de cristal y carteras tejidas con fundas.
Sus obras se exhiben y venden en el mirador y el almacén Rayuela de Guápulo y en el Museo de Arte Contemporáneo.
Benavides explicó que con los materiales desechados se puede reproducir cualquier forma. Desde el cuerpo humano hasta un mueble. Cree que se podría levantar un museo, por ejemplo de la Historia del Ecuador y recrear los hechos más representativos. Así se daría rienda suelta a la creatividad y se enseñaría de forma más didáctica a los estudiantes. “Solo falta apoyo y voluntad”.
En abril impartirá cursos gratuitos en el mirador de Guápulo, dentro del proyecto Ocio y Cultura, en coordinación con Sara Gabela, administradora del restaurante. Estarán dirigidos para los niños del sector.