“¡Hagan fila! ¡Hagan fila!”. Son las palabras que repiten los usuarios de la estación del Metrobús de la Ofelia, norte de Quito.
Los ciudadanos que toman a diario este servicio están preocupados porque no existe control para evitar las aglomeraciones y que se respete el puesto.
Abigail Rojas a diario se dirige desde el sector de Carapungo hasta la Ofelia para tomar el metro y dirigirse a la Universidad. Debe esperar alrededor de 30 minutos para tomar su unidad. Sin embargo, entre la aglomeración de personas y la falta de unidades la espera se extiende a 10 minutos más.
“Está situación no es de ahora ya lleva años y es preocupante porque no existe un control que permita que nosotros podamos subirnos a las unidades de manera ordenada y segura”.
Está opinión también la comparte María Cristina Cardona “las filas muchas veces llega hasta el ingreso de la estación y cuando viene la unidad todos se amontonan sin importar que hay mujeres con niños o están embarazadas”.
Este Diario constató que en esta terminal los usuarios no respetan el distanciamiento físico. Adicional, no existe ningún tipo de señalética, tampoco control de guardias y la delincuencia está presente.
Problemas de inseguridad
A esta problemática se suma la inseguridad que existe en la estación, los robos son constantes.
Oscar Gómez es otro de los usuarios y a diario observa como la delincuencia se ha tomado la estación. “Los delincuentes se disfrazan de pasajeros para aprovechar la afluencia de personas y robar los celulares, billeteras”.
El mal estado de la estación de La Ofelia también es otra preocupación de la ciudadanía. El techo está roto, tiene goteras. Los pasamanos están torcidos y oxidados. Mientras que, el suelo por dónde transitan las unidades hay baches, agujeros llenos de agua.
Franklin Villacis es otro de los usuarios y cuenta que las luminarias están dañadas, son pocas que están en funcionamiento. ” Esto ha ocasionado que los robos se intensifiquen en horas de la noche”.
La ciudadanía clama por un mayor control, guardias de seguridad en La Ofelia, la “gente va apilada en los buses”, señala Fabián Enríquez.