En la noche del miércoles, una franja de fuego resaltaba en las faldas del Pichincha, entre la oscuridad. Al mediodía del sábado, las alertas sobre un incendio en un flanco del Ilaló se encendieron en las redes sociales. El sonido de las sirenas de las autobombas de los Bomberos es más constante. Entre 25 y 30 llamadas de auxilio por incendios forestales, recibe la entidad a diario.
Gustavo Galindo, ingeniero forestal, explica que la vegetación existente en el Distrito (matorrales, pastizales, pajonales y arbustos) es altamente combustible cuando pierde el 87% de su humedad, algo que sucede en la época de verano (julio, agosto y mediados de septiembre). “Basta con que haya un cerillo prendido para generar las llamas. Además, en esta época hay fuertes vientos que propagan el incendio en cuestión de segundos”.
A las 11:00 del pasado jueves, se escuchaba el sonido de la sirena de una autobomba del Cuerpo de Bomberos. Ya es algo familiar para Carlos Camino, quien vive en las calles Pedro Carbo y Yasuní, en el sector de La Argelia. Junto a su casa se ubica una de las 19 estaciones de Bomberos que hay en el Distrito Metropolitano.
Desde la garita de la estación, la bombera Lucía Caña recibió la alerta de un incendio forestal. La alarma es dada desde una de las cinco torres de observación que hay en la ciudad. La voz del sub teniente Luis Oña, se escucha por el radio. “Alerta. Se divisa una columna de humo, en La Forestal. Movilizar al personal para un siniestro menor”.
Inmediatamente Caña hizo sonar tres veces un timbre (esa es la alarma que se usa cuando hay una quema forestal). En segundos, los cinco bomberos que laboran en esa estación se colocan sus uniformes antifuegos (cada uno pesa 40 libras) y salieron. La sirena se activó y el carro de emergencia avanzó en medio del congestionado tránsito de la capital.
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La sequedad de la vegetación fue la causa del incendio en el terreno de Luis Tapia. Cuando los bomberos llegaron, él se ayudaba con un balde para lanzar agua. Los socorristas tardaron siete minutos, conectaron la manguera de 12 metros de largo y botaron agua sobre los matorrales.
Cada unidad de primera respuesta (autobomba) tiene capacidad de almacenar 250 galones de agua y 40 de espuma, en los tanqueros (unidades de abastecimiento), se almacenan 1500 galones del líquido. Este recurso se usa cuando el siniestro es mayor. Y si a la zona afectada es difícil acceder por tierra (por lo regular en las partes altas de los cerros), se utiliza un helicóptero de Aeropolicial para lanzar agua y espuma.
Según estimaciones del Cuerpo de Bomberos, en lo que va de este verano, en el Distrito ya se han quemado 630 hectáreas de vegetación. En el área urbana, la cifra es de 250. El último siniestro de magnitud se registró el fin de semana. Los socorristas lucharon desde el mediodía del sábado contra las llamas que se expandieron por una ladera. Por la dificultad, incluso hicieron relevos y lograron controlar el fuego en la madrugada del lunes.
La Secretaría de Ambiente del Municipio de Quito, ya contabiliza 2700 hectáreas destruidas en lo que va de este año. Es el 0,6% de la superficie del Distrito.
Hay 350 574 hectáreas de bosques naturales, bosques cultivados, matorrales, pastizales y páramo, que equivalen al 82% del territorio. Según Fabián Heredia, director de Siniestros del Cuerpo de Bomberos, toda esa área es sensible a incendios forestales, y alberga a especies como eucalipto, pino y ciprés, que tardan hasta 25 años en florecer.
El 95% de incendios forestales de este verano ha sido provocado.“Es muy complicado que un siniestro se genere por causas naturales como el efecto de la luz solar sobre una botella. En la mayoría de casos, el hombre causó el inicio de la llama”, afirmó Heredia.
Este verano se detectó a seis responsables (menores de edad) de un incendio forestal, ocurrido hace dos semanas, en el Teleférico. En el 2011, los detenidos fueron 15. El Código Penal establece de tres a seis años de reclusión menor a los responsables de incendios intencionados.