Municipio de Quito y trabajadoras sexuales dialogan

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En el Centro Histórico hay principalmente dos modalidades de trabajo sexual, el que se ofrece en los espacios públicos y el concentrado en la zona de tolerancia La Cantera. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO

Las mujeres que se dedican al trabajo sexual que, a diario, se ubican en varias esquinas de calles y plazas del Centro Histórico tienen algunas historias, pero una realidad común: el patrimonio de la capital es el espacio donde laboran.

En el sector, según un estudio del Municipio quiteño, ‘Trabajo sexual en el Centro Histórico’, del 2013, hay 200 personas censadas que se dedican a esta actividad en espacios públicos y 190 en centros de diversión.

El lunes se conmemorará el Día Internacional de la Trabajadora Sexual y el festejo estará acompañado con un nuevo proceso, que arrancó está semana de la mano de la nueva administración municipal. Representantes de cinco organizaciones de Quito estarán presentes en este encuentro.
Trabajadoras seguras y no en las calles, es como describe Juan Zapata, secretario metropolitano de Seguridad, al objetivo de consolidar sitios para esta actividad.

Mientras el proceso avanza, con la recepción de propuestas e inquietudes, en calles como la Espejo, Chile, Vargas, 24 de Mayo, entre otras, hay historias como las de “Margarita”, a quien los años de profesión la dejaron fuera de los clubes.

A sus 42 años, 23 de tener su cuerpo como herramienta de trabajo, es una de las mujeres que, de 09:00 a 20:00, están en una esquina del Centro. Ella posiblemente será una de las señoras reubicadas. Zapata menciona que la intención no es esconder a las personas que ejercen el oficio, pero sí llevarles a espacios seguros y que, a la par, esta acción no afecte a los alrededores. Ya tienen algunas alternativas pero prefiere no adelantarlas.

“Margarita” no es la única que ha optado por las calles. En la Plaza Grande, tres mujeres de más de 45 años, esperan a unos metros del monumento a que lleguen los clientes. La rutina es diaria, al igual que en el bulevar de la 24 de Mayo.

Édgar Vega, catedrático de la U. Andina, quien realizó un estudio con trabajadoras sexuales de Quito y de otros puntos del país, explica que generalmente la regeneración urbana tiende a limpiar a la ciudad de sus pobladores más perturbadores. Pero no se trata de invisibilizar el trabajo, sino atarlo a políticas integrales.

El panorama en las calles, aunque evidente y probablemente intensificado en la actualidad, se configuró desde inicios de siglo, cuando en el 2000 se cerraron las casas de tolerancia en la 24 de Mayo.

En el 2006, bajo Ordenanza municipal, señala el estudio del Municipio, se creó la zona de tolerancia La Cantera, en San Roque. El área fue orientada para frenar el incremento de las trabajadoras en espacios públicos del Centro.

La edad es una de las causas para que las mujeres salgan de los centros de tolerancia a las vías, pues, como para “Margarita”, la demanda de clientes baja. Italia Vaca, vicepresidenta de la Asociación Prodefensa de las Mujeres, comenta que a veces los ingresos en los locales no llenan las expectativas de las señoras.

En ese grupo están personas de la tercera de edad que laboran en el bulevar 24 de Mayo. Una opción, dice Zapata, es crear microempresas.

Algunas argumentan que “en la vía podemos descansar y en un día malo irnos”. En La Cantera, también el número de trabajadoras varía. En el Danubio, por ejemplo, este jueves laboraron 22. En ese espacio, la jornada se extiende de 10:00 a 18:00, de lunes a sábado. Entre los clientes, en medio de la música y las pantallas con imágenes eróticas, están trabajadores del mercado del sector. Allí, comenta un joven que resguarda uno de los clubes, parte de las chicas son nuevas.

En las calles hay tarifas que pueden ir desde un dólar hasta ocho. En La Cantera, la modalidad es por fichas, un porcentaje es para el local. Según ‘Trabajo sexual en el Centro Histórico’, en el lugar de tolerancia, el 91% de trabajadoras sexuales cobra 10 dólares, generalmente, uno se queda en el establecimiento.

Vaca menciona que en la zona hay tres organizaciones y que entre las principales desventajas para quienes ejercen en las calles, está el soportar las diferentes condiciones climáticas y, más aún, la inseguridad. Por eso, todo proceso de diálogo con las autoridades para mejorar las condiciones es importante. A la par, con el anuncio de convertir a su vecino, el expenal García Moreno, un hotel cinco estrellas, Vaca comenta que no saben qué destino tendrá La Cantera.

En la administración anterior, el concejal reelecto Marco Ponce impulsó un proyecto de ordenanza para regular el trabajo sexual en la ciudad. El planteamiento, que según el edil retomará en la actual gestión, es regular esta actividad y que haya espacios más seguros.

Además, asegura Ponce, la propuesta categoriza la modalidad de trabajo y propone reglamentos en beneficio de las trabajadoras y de los clientes. Para la consolidación del proyecto faltó determinar el eje territorial; es decir, definir los sitios para la actividad.

“La modalidad de trabajo en la calle también debe ser determinado por el uso de suelo. Sin dejar fuera los grupo alternativos, pues la comunidad Glbti también tiene sus grupos de trabajo sexual, que deben ser normados y respetados”.

Pero, aunque el Centro es uno de los espacios que más preocupa, el proceso de diálogo y generación de políticas está orientado para Quito. Como manifiesta Elizabeth Molina, presidenta de la Red de Trabajadoras Sexuales del Ecuador, en una carta dirigida a la Secretaría de Seguridad, hay una voluntad de sumar esfuerzos para beneficio de la ciudad.

En contexto

Luego del cierre de las casas de tolerancia en la 24 de Mayo, el trabajo sexual se encaminó a espacios como las plazas de San Francisco, del Teatro, de la Independencia, el sector de San Marcos (calle Junín) y La Ronda. Aunque, en este último, ya no se registra.

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