En siete décadas, Quito multiplicó su población por 15. En 1940 albergaba a 150 000 habitantes, hoy son más de 2,6 millones. Para el 2040, se calcula que sean 3,4 millones y se volverá la ciudad más poblada del Ecuador, superando a Guayaquil.
¿Está la capital lista para recibir a más gente? José Ordóñez, director del Instituto Metropolitano de Planificación Urbana (IMPU), asegura que sí, y que la clave está en desarrollar un nuevo modelo de ciudad, más compacto, que revitalice aquellos espacios desocupados, para que la urbe deje de expandirse a lo largo y empiece a hacerlo hacia arriba.
El crecimiento acelerado que tuvo Quito en los años 70, provocado por el apogeo del ‘boom’ petrolero, hizo que gente de provincia migrara a la capital, por lo que creció sin planificación. Así lo explica Alfredo Armijos, historiador.
Las personas que llegaron especialmente de la Sierra Centro hallaron en cualquier espacio alejado el lugar ideal para construir una mediagua.
Conforme pasaron los años, al Municipio no le quedó más que legalizarlos y atenderlos.
Hoy, dos de sus problemas más importantes tienen que ver justamente con la informalidad y el crecimiento desordenado. Y eso, sostiene Ordóñez, debe ser contrarrestado.
Las cifras revelan, por ejemplo, que en los años 80 Quito tenía una superficie de 16 196 hectáreas y para el 2016 se triplicó. Sin embargo, la densidad en la mancha urbana durante estos últimos 30 años se ha mantenido: 55 personas por hectárea, lo que evidencia la dispersión de la población en el territorio.
El Centro Histórico ha sufrido en los últimos años un proceso de despoblamiento. Un proyecto del Municipio busca revertir esa situación. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Esta dinámica, según el urbanista Hugo Cisneros, tiene un impacto negativo: como la ciudad se expande tanto se generan dificultades para que la gente llegue de un lugar a otro y origina más gasto del Municipio en dotación de servicios. Además, deja secuelas: terrenos baldíos y edificios abandonados por un lado, y casas alejadas de centros de salud, de escuelas y de oficinas, por otro.
La densidad de Quito es una de las más bajas de la región. Bogotá, por ejemplo, tiene 245 habitantes por hectárea, Buenos Aires cuenta con 142, Lima con 120 y São Paulo con 79.
Ordóñez explica que se debe procurar revitalizar la ciudad en aquellos sitios donde se genera un despoblamiento, como el Centro Histórico, La Mariscal, la Villa Flora y la 10 de Agosto. Se está trabajando en una propuesta para que se recupere el interés de las personas en vivir allí. Solo en los cuatro sectores mencionados se podría ubicar a más de 100 000 personas, si se aprovechara bien el espacio.
El nuevo modelo de ciudad en el que se ha trabajado en los últimos dos años busca, además de que sea más compacta, una urbe que sea ambientalmente amigable, inclusiva, competitiva y que valore su historia. Esos son los cinco desafíos en la hoja de ruta trazada a futuro, que tiene el objetivo de mejorar la calidad de vida de la población.
La visión de Quito 2040 es un proyecto de ciudad construido por más de
4 000 personas entre miembros de la academia, expertos arquitectos, ingenieros, de distintos gremios y dirigentes de 63 barrios y 200 organizaciones comunitarias.
El producto de esta investigación se recogió en el libro ‘Quito Visión 2040’, donde se muestra la realidad de la capital en todos sus frentes, cómo se consolidó, sus debilidades, fortalezas y cómo se ve de cara a los próximos 22 años.