El residente Jorge Galarza salió ayer de su turno, de 25 horas, en el IESS Quito Sur. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Mayra Castro, de 38 años, ha confirmado en menos de dos meses que no es una ‘especialista del caos’. Así les dicen, en el argot médico, a los emergenciólogos como ella. A veces se siente impotente frente a pacientes con covid-19, con los que repiten y prueban esquemas que incluyen sedantes y analgésicos, hasta ventilación y ubicarlos boca abajo (decúbito prono).
Médicos de diferentes especialidades, enfermeras y auxiliares llevan ya cinco meses enfrentándose al coronavirus en hospitales de Ecuador.
En las casas de salud se han ajustado los turnos, para cubrir la demanda. En el país ya se registran 76 217 casos; 11 524 en Quito. Más allá de la terapia intensiva, en el área de Emergencias del Carlos Andrade Marín, del IESS, también se han acomodado espacios para tratarlos. Allí trabaja Mayra, cuyas guardias son de 13 horas.
En su turno, cinco profesionales rotan para atender a contagiados y a quienes llegan a urgencias con otros males. Tres entran a la zona covid, en las primeras seis horas. Luego intercambian papeles. Todos descansan tres días y vuelven al cuarto. Ella salió el lunes a las 07:000 y volverá mañana.
A veces hay pacientes que llegan conscientes, respirando de forma muy agitada, casi ahogándose. Pero -relata Mayra- no hay un ventilador mecánico disponible, por lo que le colocan una mascarilla de ventilación, no invasiva. “He escuchado llorar y rezar a mis compañeras enfermeras. También saltar cuando al fin logramos intubar a un paciente difícil”.
Esa tensión se vive en otros hospitales, como el Eugenio Espejo. Manuel Jibaja, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), dice que en Ecuador, como en el mundo, nunca se ha trabajado a un ritmo parecido al de hoy. Una UCI -anota- siempre maneja pacientes graves, pero es inusitado que el 100% necesite respiradores.
Antes de la pandemia tenían 22 camas en UCI, ahora son 32, que reciben desde los primeros días de marzo a personas en estado crítico. Eso ha implicado armar un plan de contingencia, para cuadrar los horarios de labores de 200 profesionales. En cada guardia hay unos 40, entre médicos tratantes, residentes, enfermeras, auxiliares, terapista respiratorio y personal de limpieza.
En esa UCI, los turnos son de 25 horas, con tres descansos, para comer e ir al sanitario, lo que implica ducharse y dejar el equipo anterior. Tienen cuatro días libres y regresan al quinto. “Ese tiempo ayuda a la recuperación física, pero la emocional se la levanta a diario”.
Micaela Suntaxi, enfermera del Espejo, no olvida lo que le dijo un adulto mayor infectado y con insuficiencia renal crónica: “señorita, déjeme morir”. Otros se quitan el oxígeno y por eso, a veces, médicos piden que se les sujete las manos.
Adriana Oñate es jefa de psicología en el Metropolitano y atiende al personal que trabaja en la UCI covid-19. Ellos evidencian altos niveles de tensión. “La pandemia ha provocado en el personal médico el síndrome de Burnout o del trabajador quemado”.
El médico residente Jorge Galarza, de 31 años, no logra descansar; sufre insomnio.
Siente miedo y gran preocupación. Piensa en los pacientes que se quedaron estables y en quienes podrían fallecer.
A las 08:00 de ayer 21 de julio del 2020 terminó su primer turno de la semana, tras 25 horas seguidas de atender a casos de covid-19 en el área de hospitalización del IESS Quito Sur. Con su cabello cubierto, una mochila y una funda con su uniforme sucio salió a su casa, en la Villa Flora. Tendrá cuatro días libres antes de su siguiente guardia.
En promedio atiende a 10 pacientes en cada turno. De ellos, al menos tres están en estado grave y requieren camas en UCI, que ahora están llenas.
Para el personal de salud que trata el covid-19, ingresar y salir de los hospitales conlleva un ritual. Colocarse el traje quirúrgico, overol, mandil, además de la máscara total face, la escalafandra (gorro) toma unos 25 minutos, cuenta Mayra Castro, emergencióloga del Andrade Marín. Sacárselos y ducharse, más tiempo.
Ella se baña en el hospital al salir del turno covid-19 y al volver a su departamento toma otro baño antes de acercarse a su bebé, Santiago Javier, de un año y seis meses. También deja su ropa sucia en la lavadora. Todo pasa por desinfección. Ella como Galarza y Micaela buscan evitar contagiarse y llevar el virus a sus hogares.
Las cifras actualizadas sobre el personal de salud infectado dejaron de publicarse en la página del Ministerio del ramo.
Hasta finales de junio sumaron 5 508 casos positivos, tras tomar 20 290 muestras a estos servidores públicos. Entonces, la mayoría de contagiados eran médicos (2 053). Les siguen los enfermeros, auxiliares de enfermería, obstetras, psicólogos y odontólogos.