Obreros desempleados esperan algun trabajo en el sector de Chillogallo en la Av Moran Valverde y Av Mariscal Sucre. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Los obreros se sientan en las bancas y allí esperan por alguien que los contrate para laborar en una construcción o que los lleven a una casa para realizar trabajos de plomería. Portan una maleta con herramientas y diariamente soportan las altas temperaturas de la mañana o el frío de las tardes.
A las 12:00 de este lunes 30 de septiembre del 2019 decenas de personas desempleadas se ubicaban en el intercambiador de Chillogallo, en el sur de Quito, entre las avenidas Morán Valverde y Mariscal Sucre, a la espera de que alguien les consiga trabajo. Cuando un carro paraba para preguntar por sus servicios, los hombres se aglutinaban desesperadamente ante el conductor para ofrecer sus servicios de albañilería.
“Es desesperante conseguir un trabajo”, manifiesta Daniel Vargas, un albañil de 63 años que hace ocho meses se le acabó la obra en la que laboró y le pagaron USD 5 000. Con esa cantidad, él contrató a los peones que le colaboraron. Se le terminaron sus ahorros y hoy lucha por sobrevivir.
Hay días en los que no tiene para comer. “La situación económica es grave. Por la edad no consigo empleo, no quieren gente mayor de 60 años en las empresas. Actualmente, con mi esposa nos alimentamos una vez al día”, dice. Hay días en los que camina desde su casa, más al sur de Quitumbe, para dirigirse a Chillogallo y guardarse los USD 2 que gasta en pasajes. Con esa cantidad compra algo de comida para él y su señora.
Este Diario dialogó con un grupo de obreros. A Santos Cajilema, de 52 años, se le acabó el trabajo hace dos meses. Cuenta que, en algunas ocasiones, incluso se han agarrado a golpes por una plaza en una obra. “La situación es desesperante por conseguir empleo”.
Obreros desempleados esperan algun trabajo en el sector de Chillogallo en la Av Moran Valverde y Av Mariscal Sucre. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
A veces, ellos consiguen ‘chauchas’ temporales por las que les pagan USD 15. “Nos vamos con lo que hay, incluso con trabajos pequeños como instalar un codo, una tubería T, un foco, un toma corriente”. Por suerte -dice Cajilema- sus hijas profesionales y graduadas de la universidad le ayudan para comprar alimentos.
Geovanny Reyes es maestro constructor. Durante 10 años trabajó en el área de recolección de basura de Emaseo y salió por recorte de personal. “A la semana se toma dos o tres ‘chauchas’ por las que nos pagan USD 15 o 20. No hay trabajo”.
Cuenta que los lunes hay hasta 1000 personas buscando trabajo en el intercambiador de Chillogallo. Si está de suerte, lo contratan para obra gris, y puede cobrar hasta USD 7000. Sin embargo, asegura que el negocio de la construcción está muy escaso.