Todos los domingos, un grupo de voluntarios entrega almuerzos a los ancianos de escasos recursos del Centro Histórico. Foto: Cortesía Julia Ortega
Un grupo de vecinos del Centro Histórico entrega cada domingo almuerzos a ancianos de escasos recursos del sector. Lo ha hecho ya por 16 domingos consecutivos. Esta iniciativa ciudadana convoca a cerca de 60 voluntarios y donantes.
Este proyecto se inició con el objetivo de aliviar el hambre que creció en el Centro Histórico como consecuencia de la pandemia. Los vecinos del sector fueron testigos de varias escenas que evidenciaron a grupos que se volvieron más vulnerables porque quedaron en el desamparo.
Pablo Iturralde, Galo Benítez y Andrés Espinosa lideran esta iniciativa. Residentes del Centro Histórico, empresarios, dueños de restaurantes y de hoteles se han unido a través de aportes económicos, donaciones de alimentos y trabajo voluntario.
Cuatro días sin comer
Un cuchillo en el cuello y una mano en el bolsillo en el que guardaba el celular. Es lo que el diseñador y productor audiovisual Pablo Iturralde sintió mientras grababa tomas de Quito vacía, desde el puente de San Juan, durante las primeras semanas de la emergencia sanitaria.
“Le entregué el teléfono y le vi a los ojos para ver qué más tenía que hacer. Era un chico de unos 20 años. Se le llenaron los ojos con lágrimas, se sentó en el suelo y se puso a llorar de forma desesperada”, cuenta el diseñador.
En medio de esa situación confusa, Iturralde le preguntó al asaltante si estaba bien. “Me devolvió el teléfono y me dijo ‘perdón señor, no soy ladrón. No les he dado de comer a mis hijos en cuatro días’”, relata.
Iturralde tenía USD 3,50 en el bolsillo y le ofreció ese dinero. Sin embargo, el ‘asaltante’ no quería aceptarlo. Después de mucha insistencia, recibió el dinero y cuando estuvo más calmado se alejó del lugar. “Cuando estaba en la esquina me dijo ‘me llamo Daniel’”, recuerda.
Nunca más se volvieron a encontrar, pero este fue un impacto que influyó en la creación de este proyecto.
Una vecindad que regresa a la comunidad
Si bien hay decenas de aportantes, pocos voluntarios se hacen cargo de la parte operativa de la iniciativa debido a la pandemia. Foto: Cortesía Julia Ortega
Un grupo de vecinos que se reunían en el restaurante La Caponata, a tres cuadras de la Plaza Grande, identificó las necesidades urgentes de indigentes, ancianos y personas de escasos recursos.
Entonces, los vecinos decidieron preparar comida para personas de la tercera edad en situación de vulnerabilidad y para los indigentes que duermen al pie de la Basílica.
“Mucha más gente se quedó en la calle, especialmente adultos mayores. Gente se ha muerto por hipotermia y alcoholismo”, cuenta Galo Benítez, socio de La Caponata.
El restaurante, que dejó de operar durante la cuarentena, ofreció su cocina e infraestructura. El primer domingo se prepararon 30 almuerzos. Sin embargo, han incrementado los platos servidos gracias al aumento progresivo de aportes y trabajo voluntario. El 20 de septiembre, la jornada más reciente, se hicieron 100 almuerzos.
Comida internacional servida con dignidad
Alimentos tradicionales de la cocina siciliana son usados, como la berenjena, pues el restaurante que acoge la iniciativa sirve este tipo de comida. Foto: Cortesía de Julia Ortega
Los chefs procuran crear comida balanceada en nutrientes y sabrosa con el capital e ingredientes que obtienen cada semana de los donantes. Han preparado comida china, italiana, mexicana, ecuatoriana, entre otras.
El menú de los domingos consiste en una entrada o sopa, un plato fuerte, una bebida con plantas medicinales como el jengibre y un postre. En las últimas ediciones, los beneficiarios han recibido como postre helados de coco o chocolates finos de aroma, gracias al aporte ciudadano.
Cristina Rodas, actriz y productora de teatro, es una de las voluntarias. Cuenta que al momento de la entrega, los ancianos hacen fila. “Es increíble la disciplina que han mostrado”, asegura.
Los voluntarios les entregan alcohol para la desinfección de manos y después les entregan los alimentos. Los empaques usados son de cartón, con el objetivo de que esta iniciativa humanitaria no tenga impacto ambiental.
Al finalizar la comida, los voluntarios se aseguran de que toda la basura se quede en basureros, contenedores o en bolsas que son desechadas de forma posterior.
Además, los miércoles y los viernes preparan 50 sánduches y bebidas para los indigentes que duermen en las afueras de la Basílica y de la Plaza Benalcázar.
Incomprensión y temor a la gente vulnerable
Los ancianos esperan en una fila ordenada la repartición de los alimentos. Foto: Cortesía Julia Ortega
En más de una ocasión, este grupo de vecinos ha tenido dificultades para hacer su labor. Dueños de cafeterías de la zona se han quejado con la Policía Metropolitana porque esta iniciativa “atrae a gente fea”. Esas son las palabras que Iturralde recuerda haber escuchado de una vecina.
“Más allá de estos incidentes, lo que vemos es que hay temor a la gente vulnerable, tanto de los dueños de ciertos establecimientos como de los Policías Metropolitanos”, reflexiona Julia Ortega, voluntaria.
Les han pedido que se vayan a la plaza de San Francisco, pero debido a que los ancianos siempre se reúnen en la Plaza Grande, Ortega cree que no es conveniente pedirles que se movilicen, principalmente debido a la avanzada edad de algunos de ellos
Además, la logística de llevar 100 almuerzos se complicaría aún más si hay mayor distancia por recorrer desde el restaurante.
A pesar de estos inconvenientes, este grupo de vecinos sigue trabajando por poner algo caliente, nutritivo y delicioso en los estómagos de ancianos e indigentes. Rodas espera que pronto puedan llegar a 150 almuerzos. También están planificando adquirir un cochecito para facilitar el transporte de la comida.
“Es una actividad solidaria que pensamos que se podría replicar en cada barrio. Entonces, las cosas serían un poco distintas”, reflexiona Rodas.