Como era de esperarse, dentro de la lógica propagandística de responder golpe por golpe, para tratar de contrarrestar las expresiones de intelectuales y ex mandatarios de talla mundial a favor de la libertad de expresión en Ecuador, no ha tardado en hacerse público un comunicado firmado, entre otros, por intelectuales que adscriben al Gobierno.
Es decir, de intelectuales que ven bien que Correa enjuicie como ciudadano pero use el poder como Presidente, para configurar un escenario en el cual puede mostrarse magnánimo para recuperar la iniciativa política internacional y nacional, de cara a las elecciones. De intelectuales que dan por sentado que disentir con el poder es formar parte de una gran conspiración universal, y que no quieren enterarse de que lo que ha habido es una reacción mundial que, por fortuna, ha evitado que desaparezca un medio, pero que no despeja las acechanzas detrás del perdón condicional e interesado.
Intelectuales que ponen por encima de las libertades la ejecución de obra pública y de obra social, y que seguramente estarían más cómodos en un sistema político en donde la razón de Estado primara sobre la razón del individuo y sobre sus derechos.
Nada más alejado del papel intelectual que la asunción de dogmas ideológicos que no dan espacio a la reflexión ni, por supuesto, a las ideas, sino a una repetición de las lógicas del poder. Y nada peor para una sociedad que unos intelectuales que hayan renunciado, sin beneficio de inventario, al esencial papel crítico que exige la definición.