Wikileaks es buena dependiendo para qué. Para el Gobierno ecuatoriano, la figura de Julian Assange y la marca Wikileaks hoy es útil mientras se articule en la obsesiva guerra que ha lanzado en contra de los medios de comunicación.
Wikileaks y Julian Assange se han convertido, de la noche a la mañana, en puntas de lanza legítimas y creíbles de un aparato propagandístico que en una de sus más novedosas y recientes piruetas ha decidido poner en cuestión el nombre de los medios por no haber publicado, según reza el argumento oficial, todo lo que Assange entregó a los medios. (Ver nota adjunta).
Lo curioso es que esta aventura propagandística ha desnudado las contradicciones del Gobierno frente al tema Wikileaks.
En su entrevista con Assange, Rafael Correa defiende ardorosamente la honra y el buen nombre del ex comandante de la Policía, Jaime Hurtado, en su afán de desacreditar la versión de la ex embajadora Heather Hodges. Ella fue expulsada por él por ser autora del cable en el que insinuaba que el gobierno tenía conocimiento de la supuesta corrupción de Hurtado. ¿Si defiende al ex general Hurtado no le está quitando validez a uno de los cables filtrados por Wikileaks?
En otras palabras, los cables filtrados por Assange son buenos o creíbles cuando ensucian el nombre de los “malos”, es decir de actuales opositores o periodistas. Pero esos mismo telegramas no merecen crédito alguno cuando los perjudicados son miembros de la llamada revolución ciudadana.
Creemos en los gringos si por ahí aparecen periodistas compartiendo información con la Embajada porque así ponemos en evidencia a “informantes”, pero esos mismos gringos son unos ultraderechistas mentirosos (palabras más palabras menos, esto dice de Hodges ) cuando afirman que el ex Policía es un corrupto y que el gobierno estaba al tanto.
Seguramente por eso ni en la entrevista, en la que los dos protagonistas se lanzaron varios cumplidos, ni en las notas que ha publicado cierto diario oficialista se ha mencionado ni por asomo aquel cable en que la entonces embajadora Linda Jewel retrataba a un Rafael Correa emocionado por haber recibido una llamada de George W. Bush, de quien resaltó su “classiness”.
Técnicamente hablando, el programa de Assange en Russia Today, un canal relacionado con el Kremlin, no es una entrevista. Entra, más bien, en la categoría de una conversación entre dos personajes a los que les seduce la atención pública y a los que les une un profundo resentimiento con los medios de comunicación. Assange nunca formula una pregunta incómoda al presidente ecuatoriano y da por hecho que lo ocurrido el 30 de septiembre del 2010 fue un intento de golpe de Estado.
Pocas cosas nuevas dice Correa en su encuentro con Assange. Talvez, lo más novedoso es su audaz aseveración de que en la Asamblea “hay legisladores asalariados por los medios” para bloquear el proyecto de ley de comunicación; una afirmación que debería probar y que si hubiera sido pronunciada por un periodista sin filiación a uno de los medios controlados por el Gobierno seguramente hubiera terminado en un juicio.