La campaña electoral terminó y con ella el uso y abuso de las redes sociales de los políticos y sus equipos de comunicación.
En Quito, por ejemplo, la cuenta del candidato a la Alcaldía @MauricioRodasEC tuvo 1 073 tuits entre el martes 7 de enero y el 20 de febrero. Su contendor no tiene una cuenta propia y apostó por una de campaña: @AugustoAlcalde. Esta reportó 1 542 tuits desde el 24 de enero. Las cuentas promocionales de Barrera estuvieron activas hata el 27 de febrero. En ambos casos, la actividad en la red descendió con el final de la contienda electoral y hasta una de ellas desapareció.
A mediados de la década del 2000, en España, un grupo de periodistas se dedicó a escribir a las cuentas oficiales de correo electrónico de los legisladores. El experimento era parte de un proyecto de periodismo de precisión y, en su primera fase, los periodistas solo se identificaron como vecinos. Contabilizaban qué diputados respondían a los requerimientos y quiénes no. Los resultados decepcionaron a muchos porque los pregonados e-mails no servían para el objetivo de su creación: un acercamiento directo con la comunidad que los eligió.
Los años han pasado y las redes sociales acercan más a la comunidad con sus representantes políticos.
La caída en el uso de las redes sociales se puede justificar en el caso de perder los comicios. En el caso de los políticos ganadores puede ser sintomático el abandono o la presencia esporádica en las redes sociales. En la sabiduría popular se dice que los políticos solo van a los pueblos más alejados en campaña. En la Internet puede aplicarse lo mismo. Abandonar Twitter, Facebook e incluso YouTube en los tiempos de gestión pública sería como alejarse de sus votantes.
¿Qué pasaría si los nuevos alcaldes cierran sus cuentas por las críticas? ¿Lograrían una reelección en caso de apostar por ella? La política digital también se hace todos los días y los que responden a los requerimientos pueden ganar más seguidores.