La publicación de los cables de la Embajada de Estados Unidos en Ecuador filtrados a Wikileaks provoca sentimientos encontrados dentro del Gobierno. El sector que militaba porque las relaciones bajaran de nivel, al igual que sucede en otros países de la región con posiciones radicales (Bolivia, Venezuela, y desde mucho antes Cuba), siente que con la expulsión de Hodges se puso fin a una situación incómoda.
En el otro lado está el sector que se mantiene en contacto con la economía real y que sabe, más allá de las declaraciones enardecidas, que las relaciones con el primer socio comercial son importantes, no solo para sacar adelante la aprobación de las ahora difíciles preferencias arancelarias, sino para cuidar uno de los destinos más importantes de las ventas, frente a la tan anunciada pero siempre postergada diversificación.
En este capítulo, atravesado por proclamas nacionalistas que solo hallaron eco oficialista en la Asamblea Nacional, ¿es posible una posición intermedia? A lo mucho, existe el reconocimiento de que con este último capítulo los dos socios han perdido, lo cual es todo un avance frente a posturas extremas que anteponen el honor presidencial a los intereses del país y minimizan los posibles efectos de la crisis.
En el Gobierno se necesitan más voces que vendan las relaciones bilaterales como un asunto de mutua conveniencia y que modulen la tendencia militante, hoy “ganadora”. Hasta tanto, el presidente Correa se dice seguro de que la crisis acabará pronto, lo cual, ante la falta de evidencias, no pasa de ser un buen deseo.