El Reglamento para la medición de sintonía de los canales de televisión, elaborado por el Consejo de Regulación de la Comunicación (Cordicom) propone tres metodologías para el cálculo cuantitativo y cualitativo de las audiencias.
Se mantiene la medición de sintonía con aparatos electrónicos, pero se suman sondeos a realizarse entre la población cada dos años y el monitoreo de las redes sociales, para conocer percepciones sobre la calidad de la programación.
Según Hernán Reyes, miembro del Cordicom, con la combinación de las tres metodologías más el aumento de la representatividad de la medición se tiene una herramienta para planificar políticas públicas e introducir cambios o apoyar el mejoramiento de los contenidos televisivos.
Desde su perspectiva, esto llevaría a una redefinición de las políticas de programación de los canales, pues ahora podrá planificarse de manera conjunta con la audiencia, cuya voz podrá ser escuchada y sus demandas y expectativas respondidas. “Ya no habrá el pretexto de que ‘eso es lo que le gusta a la gente'”, dice.
Sin embargo, esta visión abre interrogantes de orden político con respecto al lente bajo el cual se busca “favorecer” a la televisión. Pues, tras conocer las percepciones de la ciudadanía y de grupos de atención prioritaria sobre la calidad de la programación -como señala el artículo 18-, la generación de políticas públicas se alinearía con la lógica y las propuestas del Buen Vivir (uno de los principios fundamentales del Reglamento).
Darío Patiño, director de Informativos de Ecuavisa, mira al sistema como una intervención del Estado en algo que es netamente entre protagonistas de un mercado: la TV, la audiencia y los anunciantes.
Para Patiño, con la injerencia estatal, la televisión se aparta de la determinación de quienes participan en ese libre mercado. Y, justamente, entre las propuestas de este Reglamento se busca colocar la responsabilidad social (derechos comunicacionales de la ciudadanía), por sobre conceptos mercantilistas.
El temor, a su juicio, viene de la posibilidad de un control sobre los contenidos; ya que, amparados bajo conceptos de calidad, se podría imponer criterios subjetivos e intencionalidades propias del paternalismo cultural, que deriven en una transformación de comportamientos. Es decir, lo que se “debe” ver en la televisión.
El periodista y catedrático Paúl Mena, además de prever la importancia de la transparencia en este proceso, hace una diferenciación en el sistema propuesto y el Reglamento. “Una cosa es cómo se recogen datos o qué herramientas se van a usar; pero, otra qué tipos de lectura se pueden dar sobre esa información“.
Tampoco es claro el concepto de televisión social -que relaciona la recepción de contenidos y las tendencias que esta crea en la Internet- y el monitoreo de redes sociales.
Si bien estas redes se han configurado como un espacio expresivo de los gustos y necesidades del público, en ellas la percepción de un mismo usuario puede ser variable frente a un mismo programa; así como pueden cambiar según el tipo de público o puntos de vista diversos. No porque alguien tuitee más, representa a la mayoría de televidentes.
Por lo tanto, se trata de opiniones referenciales, pero no de puntos que lleven a tomar decisiones ni de factores de medición para programar un canal.
“Revolver, como se pretende, lo cuantitativo con lo cualitativo puede generar distorsiones muy grandes“, dice Patiño, quien recuerda el ejemplo: si Shakespeare hubiera preguntado cómo debía terminar ‘Romeo y Julieta’, ellos habrían quedado vivos.
A ello se suman las implicaciones del “placer culposo” del espectador, un síntoma que también repercutiría sobre la segunda metodología, la de sondeos cuantitativos para conocer las percepciones sobre la calidad de la programación. Patiño dice que cuando a la gente se le pregunta ¿qué le gustaría ver?, generalmente responde algo que no corresponde a su realidad de televidente, que es subjetiva.
Lo que se reconoce como un avance en el sistema de medición de audiencias -y en el que empatan los expertos consultados- es la ampliación de la muestra en la metodología tradicional; algo que permitirá tener una visión panorámica más precisa de la sintonía.
Si antes la medición se realizaba en Quito y Guayaquil, cuya incidencia se reflejaba en una programación diferenciada; ahora, la cobertura será sobre las ciudades de mayor población en las nueve zonas definidas por la Senplades.
En contexto
Por atribución de la Ley Orgánica de Comunicación, el Cordicom aprobó el Reglamento para la medición de sintonía de los canales televisivos, el 26 de febrero. Se hará un concurso abierto para saber qué empresa -pública o privada- se encargará de la medición.