Ambos sectores dicen defender a la clase obrera. En Quito, los lugares que eligieron para concentrarse los mantuvieron separados apenas por cuadras. Pero sus posiciones no les permitieron marchar juntos ni por el Día Internacional del Trabajo.
Los sindicalistas opuestos al Régimen se ubicaron en la matriz del Seguro Social, cerca al parque El Ejido. Y los de las organizaciones cercanas al Gobierno acudieron a El Arbolito. En ninguno de los dos lados hubo caras nuevas.
Marcelo Solórzano es el presidente de la Confederación de Trabajadores del Sector Público, conformada el 15 de noviembre del 2011, hace menos de un año. Ayer acudió con el uniforme de la Empresa Eléctrica Quito, donde desde hace 34 años labora; lleva 12 como supervisor técnico del área que instala y revisa medidores para grandes industrias.
Es un dirigente añejo, con 33 años frente a su gremio, que era parte de la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE). Esta formaba parte del Frente Unitario de Trabajadores (FUT ). Ahora lo critica. Y adelanta que en el futuro quieren fundar el Consejo Sindical Ecuatoriano.
Según Solórzano, el FUT es un organismo cascarón, que ya no los representa pues ha radicalizado posiciones de prácticas antisindicales y ha inmovilizado a los trabajadores. Además, se ha derechizado y está con la partidocracia.
El FUT acoge a la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas Unitarias de Trabajadores (Cedocut, que nació en 1938), a la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE, fundada en 1944, hace 66 años) y a la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Sindicales Libres (Ceosl, con más de 50 años).
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El presidente del FUT, Mesías Tatamuez, marchó ayer junto a otros movimientos sociales y políticos, agrupados en la Coordinadora por la Unidad de las Izquierdas. Tuvo apoyo de la Conaie y de dirigentes de MPD-Pachakutik, que fueron con sus banderas.
En este sector de oposición se vio a la Unión Nacional de Educadores y a una fracción de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE).
En el otro lado también hubo banderas partidistas, las de Alianza País. A El Arbolito llegó por ejemplo Doris Soliz, ministra de Inclusión Económica y Social. Y en la tarima se vio a dirigentes de base del movimiento oficialista, como María José Carrión, ex asambleísta. Además a Carlos Torres, presidente de la FEUE de la Universidad Central, quien aseguró no ser parte de este movimiento, pero también participó en la contramarcha a favor del Gobierno, realizada el 22 de marzo.
La fractura del movimiento social ocurre desde los mandatos constituyentes, elaborados por la Asamblea de Montecristi, según Gustavo Vallejo, de una fracción del Partido Socialista Frente Amplio opuesta al Gobierno, que es parte de la Coordinadora por la Unidad de las Izquierdas.
A través de esos mandatos, dice Vallejo, se hizo una diferenciación entre trabajador y obrero. Esto redujo la posibilidad de asociación, puso barreras entre ser obrero y servidor público.
Él, como los dirigentes de las centrales sindicales más añejas, critica la política antilaboral, manifestada en las leyes del Servicio Público y el Código de la Producción, en contra de las cuales las organizaciones de trabajadores no se han articulado.
En las centrales hay problemas internos. La CTE desde el 2008 se separó del FUT, para mantenerse junto al Gobierno. Pese a ello, su directiva está en disputa. Así lo sostiene Santiago Yagual, uno de los dos presidentes que tiene la central.
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Otro es Édgar Sarango, cuyo nombramiento ya fue registrado en el Ministerio de Relaciones Laborales, lo que incomoda a Yagual, quien no ha dejado la sede, que se encuentra en la 9 de Octubre y Veintimilla, en la capital. Su período terminaba en el 2011, pero dice haber sido ratificado debido a la confusión que se dio el 30 de marzo, en las elecciones.
Yagual considera que el movimiento sindical tradicional se unió a la derecha. Respalda algunas acciones gubernamentales. Pero rechaza las “separaciones forzadas de los puestos de trabajo”. También el hecho de que el Gobierno vaya, según dice, en un proceso de revolución, y haya decidido formar un movimiento obrero afín. “Ha ensayado con la Coordinadora de movimientos sociales y ahora crean la Confederación de Servidores Públicos”.
Jaime Arciniegas preside la Confederación Sindical del Ecuador. Fue presidente de la Ceosl, organización que dejó luego de una batalla con otro dirigente. Ahora dice no estar alineado con ninguno de los dos bandos. Está preocupado por la influencia directa de partidos políticos.
“Las nuevas organizaciones creadas nacieron cooptadas por intereses políticos”, afirma.
Los sindicalistas cercanos al Régimen lo niegan. Dicen que van con una tendencia que terminó con la tercerización, dio lugar al salario digno, entre otras cosas, que los acercan al buen vivir.