Una victoria electoral apabullante e insospechada llevó en agosto de 2005 a la Presidencia de la República Islámica de Irán al alcalde de Teherán Mahmud Ahmadinejad, un ex guardia revolucionario jomeinista, laico de perfil ultraconservador.
La llegada al poder de Ahmadinejad, hasta entonces un político de segunda fila, reflejó la frustración de los millones de iraníes pobres a los que el liberalismo de mercado no ha beneficiado y certificó el fracaso de las reformas aperturistas emprendidas por su predecesor, el hodjatoleslam M. Jatami.
Nacido en un entorno rural cerca de la ciudad de Garmsar, al sudeste de Teherán. Es el cuarto de siete hijos de una familia de condición humilde. El Primer Mandatario estudió ingeniería civil en la Institución Iraní para la Educación Técnica Superior, que luego cambió de nombre a Universidad de Ciencia y Tecnología (Elm-o Sanaat).
En 1993, Ahmadinejad llegó a ser un funcionario de rango intermedio, desempeñaba funciones de asesor en el Ministerio de Cultura y Orientación Islámica. Allí, servía al ministro Ali Ardashir Larijani. Ese año su carrera pública adquirió algo más de relevancia al ser nombrado gobernador de la nueva provincia de Ardabil, creada a partir la provincia de Azarbayján-e-Sharqi.
En las elecciones de autoridades locales del2003, Ahmadinejad participó como uno de los promotores de una facción que los comentaristas ubicaron en la “nueva derecha fundamentalista”, la Alianza de los Constructores del Irán Islámico.
Gracias a que el electorado se abstuvo en masa en Teherán, esta Alianza de Constructores obtuvo 14 de 15 puestos en el Consejo Municipal. El portavoz de los Constructores, Mehdi Chamran, se convirtió en el presidente del Consejo de Teherán el 29 de abril y días después, el 3 de mayo, los ediles designaron a Ahmadinejad alcalde de la ciudad con 12 votos a favor.
En los dos años que fungió de alcalde capitalino, llevó a la práctica muchas de las prédicas de esa facción ultraderechista, ganándose a la vez una justa fama de funcionario rigorista.
El 2 de agosto del 2005, dos días antes de la posesión de Ahmadinejad, Irán decidió de forma inesperada reanudar parte de las actividades nucleares que había aceptado paralizar. Alemanes y franceses consideraron “muy grave” y “amenazadora” la actitud iraní, y dejaron abierta la puerta a la imposición de sanciones por la ONU.
Con este telón de fondo, Ahmadinejad tomó posesión de la Presidencia con un mandato de cuatro años y con derecho a reelección. En su discurso de asunción, Ahmadinejad no aludió al programa nuclear nacional, pero abogó por “la eliminación de las armas de destrucción masiva de todo el mundo”, al considerar que “amenazan a la Humanidad”. También ofreció“trabajar a favor de la justicia internacional”, y a “servir al pueblo de Irán, y a ofrecerle progreso y prosperidad financiera”.