Julián Assange difícilmente podrá sacar de su cabeza el viaje que realizó en verano del 2010 a Suecia.
Allí vivió dos fugaces romances con Ana Ardin y Sofía Willen, dos suecas que, en principio, lo invitaron a pasar la noche en sus respectivos departamentos, pero que después lo acusaron de abuso sexual.
Esas demandas son el origen de la compleja situación jurídica del creador de Wikileaks, que desencadenó la tensión diplomática entre Ecuador y Reino Unido.
Todo comenzó en agosto del 2010 en Estocolmo. Por entonces, Assange estaba en el centro de los reflectores, por destapar miles de secretos de EE.UU.
Por eso, había sido invitado a Suecia a dictar una conferencia sobre medios y conflictos.
Entre los organizadores del acto estaba Ana Ardin, una feminista que hace 28 años había nacido en Cuba. Ella era parte del movimiento de centro-izquierda Brotherhood y se declaraba admiradora del trabajo del ‘hacker’.
Ana ofreció su departamento para que Assange se alojara en Suecia. Al conocerse se abrió la puerta al coqueteo: tras una cena y un par de vinos, mantuvieron relaciones sexuales consentidas..
Ya en el seminario, Assange conoció a Sofía Wallen, una joven de 20 años, también admiradora de su labor. El libreto fue similar: coqueteos, una salida al cine y Sofía lo invitó a pasar la noche en su casa, donde tuvieron relaciones.
Assange regresó a casa de Ana, donde su anfitriona le preparó una fiesta en su honor.
Sin embargo, pocos días después, las cosas se complicaron para el ‘hacker’. Ana y Sofía eran amigas e intercambiaron sus experiencias con Assange.
Todo indica que ambas se molestaron y el 20 de agosto fueron a una comisaría a denunciarlo por supuestos delitos sexuales.
Ana declaró que en la relación sexual se rompió el preservativo y que Assange no aceptó frenar; lo acusó de “coerción” y “acoso”.
En cambio, Sofía dijo que después de la primera relación, el australiano la penetró sin condón y cuando estaba dormida. De ahí que presentara los cargos de “acoso deliberado” y “violación”.
A partir de esa denuncia se tejieron varias historias. Por ejemplo, que Ana presuntamente era ficha de la CIA y que tenía un texto en su blog titulado: “7 maneras de vengarse de tu novio”.
Cuando las autoridades solicitaron el arresto, Assange ya se encontraba en Londres. Aunque el 7 de diciembre de ese año llegó la orden de extradición y fue detenido.
Por entonces su defensa alegó que las denuncias eran parte de un complot “imperial” para procesarlo por espionaje en EE.UU.
Claes Borgstrom, abogado de las acusadoras, ha negado que ellas conspiren contra el hombre que puso de cabeza a Washington. “A ellas les gusta Wikileaks y admiran a Assange. Pero saben que el caso político no tiene nada que ver con el abuso sexual”.
Según un análisis de la BBC, Suecia es uno de los países con la legislación más dura en materia sexual. “Los abogados suelen bromear con que los hombres deben pedir permiso escrito antes de tener sexo”. De ahí que en caso de ser sentenciado, el ‘hacker’ podría recibir 4 años de prisión.
En los 61 días que Assange lleva en la Embajada, Ecuador ha relativizado esas acusaciones. Incluso el canciller Ricardo Patiño llegó a ironizar con ellas.
Sin embargo, Suecia ha tomado como una ofensa el asilo. Ayer, el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt, dijo que era “inaceptable” las críticas al sistema judicial”. Y la Fiscalía ha reiterado que esperará que Assange sea extraditado para seguir con el caso.
¿En verdad Assange puede ser condenado por abuso sexual?
Karin Olsson, editora de Cultura del periódico sueco Expressen, lo duda. En su última columna recordó que la mayoría de casos es archivada, pues no hay cómo probar ese tipo de abusos.