En casi cinco años de gestión, la política exterior del gobierno de Rafael Correa no ha proyectado una imagen uniforme en el mundo. Su discurso integracionista para América Latina o su propuesta ambiental Yasuní no han sido suficientes para que en el exterior se considere que el Ecuador va por el camino correcto.
Varias de las actuaciones y posturas de Quito también han generado recelos y hasta críticas en el concierto internacional.
Desde el 7 de abril, Ecuador no tiene embajador en Washington. Ese día fue expulsado de EE.UU. Luis Gallegos, diplomático de carrera que cumplía esas funciones. La medida fue tomada por el gobierno de Barack Obama en respuesta a la decisión de Quito de expulsar a la embajadora estadounidense, Heather Hodges.
La salida de Hodges se dio luego de que se hicieran públicos unos cables revelados por Wikileaks, que señalan que Correa había designado comandante de la Policía al general Jaime Hurtado Vaca, a pesar de supuestamente conocer que era corrupto. Correa pidió precisiones a Hodges, pero como EE.UU. no reconoce como válidos esos cables, no hubo respuesta.
Casi cinco meses después del incidente diplomático, el 3 de septiembre, Correa anunció su deseo de nombrar a su ministra coordinadora de la Producción, Nathalie Cely, como sucesora de Gallegos. Ha pasado un mes y EE.UU. no se ha pronunciado.
En otro punto, más cercano al Ecuador, en Colombia, luego de tres años, la percepción oficial sobre Correa se ha adaptado a una nueva fase de cooperación, que empezó con la reactivación de las relaciones diplomáticas y que dejó atrás el ‘impasse’ surgido por la incursión de soldados colombianos en Angostura. Los dos gobiernos han doblado la página.
Un sondeo del Consorcio Iberoamericano de Investigaciones de Mercado y Asesoramiento, de marzo y abril de este año, revela que el 31,5% de los colombianos tiene simpatía por Rafael Correa.
Por fuera de la postura oficial, la lectura que se hace a la administración oscila entre la reprobación y el apoyo. Así, Mauricio Sáenz, editor internacional de la revista Semana, se muestra crítico. “Lo veo como un Presidente que, basado en su popularidad, ha manipulado las normas constitucionales, para ejercer un poder sin las cortapisas tradicionales de la democracia”. En cambio, Omar Rincón, periodista y analista de medios colombiano, considera acertado el manejo de la inclusión social. “Los temas difíciles aparecen porque siempre está pensando en enemigos. Ha gobernado como que está en campaña y poco como estadista”.
Sobre la relación con Venezuela, el ex embajador Edmundo González Urrutia señala que “no hay un alineamiento completo con las acciones de ese país. Ecuador mantiene una actitud cautelosa ante la Alba. Para una parte de la sociedad venezolana, la gestión de Correa es similar a la de Chávez: populismo, confrontación, desprecio hacia los adversarios y concentración de poder”.
En España y Argentina
En España, la figura del presidente Rafael Correa no es muy conocida. Al menos no tanto como la de Hugo Chávez o Evo Morales. Sin embargo, la sociedad española tiende a relacionarla con los mandatarios del ‘eje bolivariano’. Fernando Gualdoni, jefe de la sección internacional del diario El País, lo corrobora. Cree que parte de la población ve a Correa como un “líder populista”.
Esa imagen, de reinvindicación de demandas populares da lugar a la imagen positiva del Jefe de Estado en Argentina. Esto según Pablo Gambandé, del Observatorio Ecuador del Centro Argentino de Estudios Internacionales. “Si bien en Argentina no se usa la palabra revolución, los dos gobiernos tienen banderas de apoyo a la construcción de la identidad, un paralelo en política internacional y a nivel interno, de reivindicar las demandas populares”.
María José Otero, profesora de política exterior, dice que no solo del lado del peronismo se apoya a Correa, sino también desde la izquierda opositora al Gobierno.