Giovanni Bassu se ha desempeñado como Representante Regional para América Central y Cuba de Acnur desde enero del 2019, y como Representante Regional Adjunto para América Central, Cuba y México desde el 2016. Está en Ecuador desde enero. Tiene una larga trayectoria en la ONU, que incluye su paso por la Oficina del Secretario General, la Corte Penal Internacional y la Oficina de Asuntos Jurídicos.
Afganistán es el tercer país del mundo con mayor número de nacionales en condición de refugiados, detrás de Siria y Venezuela. ¿Se puede calcular cuánto se multiplicarán las cifras a raíz de la nueva ocupación talibán?
Aún no sabemos cómo va a evolucionar esto que está sucediendo. Lo que generalmente se ve en las crisis humanitarias que causan un flujo de refugiados es que la gente se queda lo más cerca que puede de su país de origen, o se desplaza internamente. De hecho, hemos visto en los últimos seis meses un desplazamiento interno bastante grande en Afganistán, de medio millón de personas. Y si deciden irse, generalmente se quedan próximos a la frontera. Por eso Pakistán e Irán se quedan con más del 90% de los refugiados afganos.
Se ha visto desesperación por evacuar personal de embajadas y organismos internacionales de Kabul. ¿Qué mecanismos han establecido las agencias de la ONU para canalizar la ayuda humanitaria y atender a grupos vulnerables entre los afganos?
La Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) se quedará haciendo su trabajo. Ha bajado un poco su presencia pero tenemos ahí más de 200 personas, que siguen apoyando a nivel voluntario y haciendo lo que pueden. Se ha lanzado un llamado para financiar esta labor.
El Secretario General de la ONU y Acnur llevan años alertando respecto de un déficit de apoyo económico para atender al creciente número de refugiados. ¿Qué se espera en el contexto actual de pandemia aún no superada y con economías deprimidas?
La situación en varias crisis humanitarias es bastante crítica, incluso desde antes de la pandemia. Si vemos, por ejemplo, la situación en Yemen, es una crisis bastante subfinanciada. Ahora, con la pandemia, el déficit seguirá agudizándose pero esperamos que dada la gravedad de estas situaciones la comunidad internacional pueda priorizar ciertos recursos para mejorarlas.
Los afganos tienen uno de los pasaportes menos ‘poderosos’ del mundo. En el 2021 solo pueden entrar sin visa a 26 países. ¿Qué tanto influye esto en el proceso de solicitar asilo en circunstancias como las que viven actualmente?
Acnur aboga por la idea de que un solicitante de asilo está huyendo, y desde el punto de vista del derecho internacional esto le faculta para pedir refugio en cualquier país con o sin visa. Claro está, existen realidades innegables, como la de que sin visado no es posible abordar un avión, lo que lleva a muchos, como en Afganistán, a optar por el desplazamiento interno o a países fronterizos.
Hace diez años abundaron en Occidente campañas por paz y ayuda incondicional a la diáspora siria, pero después fue como si el mundo se hubiese acostumbrado al conflicto en ese país. ¿Ocurrirá lo mismo con Afganistán?
El interés de los medios y por consiguiente de la población se enfoca por corto tiempo en una crisis dramática, y después llega otra que lo es aún más y gana la atención; entonces los recursos siguen este rumbo de la opinión pública. Es por esta tendencia que los organismos humanitarios realizamos llamados para reponer la atención del mundo hacia crisis que llevan mucho tiempo y aún necesitan recursos para paliarlas.
El fundamentalismo talibán genera gran preocupación mundial por las mujeres. Para Acnur, ¿cuáles son los mayores desafíos para ayudar a las que huyen y a las que se quedan?
En Afganistán hemos tenido muchas mejoras en los últimos 20 años en lo que tiene que ver con los derechos de los mujeres. Pero ahora, seguramente, vamos a tener perfiles de personas que son perseguidas debido a su género; ahí abogaremos para que reciban protección.
Este siglo está siendo el de intentar controlar las migraciones, pero los desplazados internos y externos no han dejado de aparecer. ¿Qué camino les queda a los países para resolver esta paradoja?
Cada año está aumentando el desplazamiento a nivel global, a nivel interno y externo, y eso es preocupante. Pero pienso que la respuesta es trabajar desde las causas de expulsión, que en su gran mayoría son conflictos armados. La comunidad internacional puede invertir mucho más en parar estos enfrentamientos, bajar el nivel de armas y en todo lo que origina la salida. No podemos echar la culpa a las personas de tener que huir para salvar sus vidas e irse a vivir a un punto lejano al lugar que las vio nacer y donde están sus raíces y las comunidades que forman parte de su identidad. En general, los que ahora solicitan asilo -en cualquier parte del mundo- tienen el deseo de volver a sus lugares de origen, sobre todo cuando no había sido su voluntad irse.