Falta como dos meses para la convocatoria a elecciones y muchas agrupaciones que aspiran a participar ni siquiera tienen la certeza de que lo harán.
Recién a estas alturas las firmas que presentaron como respaldo están siendo auditadas luego del escándalo de las supuestas firmas falsas.
La situación retrata de la forma más cruda cómo el Ecuador ha llegado al siglo XXIcon un sistema electoral tan precario y lamentable que incluso cabe preguntarse si vale la pena ir a elecciones.
Me temo que a esta situación se ha llegado no solo por el quilombo armado por el tema de las firmas. Ni por el hecho de que la sociedad acudirá a las elecciones con el temor brutal de que su voluntad sea profanada luego de que saltó el tema de las firmas.
Todo indica que a este momento tenebroso de extrema debilidad electoral se ha llegado, también, por el marco institucional establecido en Montecristi. El que a dos meses el país se halle tratando de construir un andamiaje partidista basándose únicamente en la cantidad de firmas es deprimente. Montecristi nos dejó un modelo perverso en que los partidos se definen por la cantidad de firmas que presenten y no por posicionamiento ideológico o trabajo de bases.
La situación llega al absurdo de que el Consejo Nacional Electoral acusa al movimiento Red Ética y Democracia de haber presentado firmas falsas cuando en realidad esa agrupación no había presentado ninguna firma.
Los genios de Montecristi ofrecieron una nueva política y lo que hicieron fue estafa.