Los publicistas del Gobierno deben estar trabajando contra el tiempo y bajo mucha presión en el diseño de alguna campaña que medio maquille el ‘paquetazo’ arancelario que se aplicó desde ayer.
Complejo estar en sus zapatos. ¿Cómo justificar, en una cuña mediática, el hecho de que el mismo Gobierno que nadó en la abundancia los últimos ocho años ahora tiene que hacer ajustes severos a las importaciones? Dejando de comer uvas y manzanas chilenas o comprando llantas carísimas no se van a recuperar los miles de millones de dólares que se pudieron haber ahorrado.
Por lo menos, los expresidentes de la larga y triste noche neoliberal tenían la posibilidad de achacar a su antecesor el pésimo manejo de la política económica y con ello justificar su ‘paquetazo’.
Pero la propaganda de la revolución ciudadana construyó el imaginario de que el Ecuador moderno empezó cuando Rafael Correa llegó al poder. Por lo tanto, se les hace ya muy difícil mirar hacia atrás y encontrar algún culpable que no sean ellos mismos.
Esta semana que la prensa oficialista dedicó para recordar los 16 años del fatídico feriado bancario tendría ese propósito: desviar el debate del aquí y ahora para revolver nuevamente un pasado que fue muy duro, pero cuya discusión pública en este momento no es indispensable.
¿El mismo efecto distractor tendría el anuncio de la Fiscalía General del Estado de volver a investigar la muerte de Jaime Roldós ocurrida a hace casi 34 años?
Es verdad que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, pero precisamente ahora, el país está escribiendo las páginas de un nuevo capítulo: el del Ecuador post-bonanza petrolera. Y para que la sociedad dé los pasos adecuados que le eviten una crisis, hay que exigir cuentas de los resultados de la política económica de los últimos ocho años. Tiene que ser un ejercicio democrático y no una mera campaña mediática con ‘jingle’ incluido de que el país avanza.