La XXI Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno, que se desarrollará en Asunción el viernes y sábado, busca conocer la nueva visión que tienen muchos gobernantes sobre el papel del Estado en los nuevos tiempos.
La “Transformación del Estado y el Desarrollo” es el lema que definió Paraguay, el país anfitrión, mucho antes que la crisis financiera actual adquiriera la gravedad de este momento.
Los asistentes deberán tomar posición respecto del nuevo papel que le corresponde al Estado, pocos años después de que muchos proclamaran las virtudes ilimitadas del mercado como solución a los problemas del mundo.
Fracasaron muchas de las recetas de la década de 1990, que pregonaban la prescindencia del Estado, la desregulación del sistema financiero y laboral, y promovían olas de privatizaciones.
En Sudamérica, la llegada al gobierno de fuerzas progresistas y renovadoras frenó aquellas tendencias y afloraron nuevas visiones sobre el papel del Estado como articulador y garante del crecimiento y el desarrollo, unido a dispares intentos por redistribuir la riqueza.
Ahora predomina la idea de que el Estado debe mantener la soberanía sobre algunas empresas estratégicas y los recursos naturales, y encargarse nuevamente de cuestiones básicas como la seguridad social, la salud, la educación, la vivienda y la alimentación de la gente. Pero no todos piensan igual en el espacio iberoamericano.
De allí que la atención se centre en lo que cada uno expondrá sobre el tema y, de paso, es posible que alguno se atreva a formular recomendaciones en medio de la incertidumbre y el desconcierto generalizado del mundo desarrollado.
La agenda no genera muchas expectativas. Los cancilleres se van a reunir el viernes de mañana y los presidentes se verán las caras por primera vez, ese mismo día, al atardecer, pero en el marco de una ceremonia que se realizará en el teatro del Banco Central del Paraguay. Allí hablarán el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, y el presidente de Paraguay, Fernando Lugo.
El sábado habrá una sesión matutina de tres horas y por la tarde una hora más para la “adopción de documentos”, el traspaso de la secretaría pro témpore a España -sede de la próxima cumbre en 2012- y un discurso del rey Juan Carlos. Hasta dos días antes de la inauguración 18 dignatarios habían confirmado su presencia.
Además del rey de España, estarán los presidentes de Bolivia, Evo Morales; de Uruguay, José Mujica; de Perú, Ollanta Humala; de Ecuador, Rafael Correa; de Honduras, Porfirio Lobo; de Panamá, Ricardo Martinelli Berrocal; de República Dominicana, Antonio Leonel Fernández; de Guatemala, Álvaro Colom; el jefe de gobierno de Andorra, Antoni Martí Petit, y el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero.
También confirmaron verbalmente su asistencia los presidentes Juan Manuel Santos, de Colombia; Sebastián Piñera, de Chile y Felipe Calderón, de México y, desde Portugal, Aníbal Cavaco Silva y Pedro Passos Coelho, presidente y primer ministro, respectivamente.
Otros países estarán representados por sus vicepresidentes, cancilleres, embajadores o funcionarios de diferente rango, a la vez que organismos internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Cepal, el PNUD, Unicef, FAO y el Mercosur.
Será la primera vez que prácticamente todo el gobierno de España esté fuera del su país, ya que además del rey y el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, estarán los titulares de las cámaras de senadores y diputados que asisten a un foro paralelo.
La cumbre no tiene fuerza resolutiva para imponer decisiones colectivas y no genera más que expresiones de buena voluntad y algún acuerdo bilateral o multilateral que generalmente gira en torno a programas de asistencia social o promesas de cooperación en diferentes áreas.