Parece no ser muy expresivo con las palabras. Pero prefiere mirar con mucha atención y sonreír.
Al primer vicepresidente de la República Islámica de Irán, Mohammad Reza Rahimi, no le han faltado intérpretes desde la noche del jueves, cuando se inició su visita a Quito. Sin embargo, el alto dignatario ha preferido observar, saludar con sus manos y dejarse llevar por el afecto que autoridades y curiosos le mostraron durante la fría jornada de ayer, donde su agenda no le dio espacio para un momento de descanso.
A las 10:00 salió del Swissôtel, donde estuvo alojado para visitar la Capilla del Hombre. Buena parte de su comitiva, de medio centenar de funcionarios, debió quedarse en el hotel, para avanzar con la reunión bilateral que lideraron el canciller Ricardo Patiño, por el lado de Ecuador, y el ministro de Energía, Majid Namju, en representación de Irán.
Mientras Patiño y Namju intercambiaban saludos y anticipaban la firma de convenios en materia de Salud, tributos y lavado de activos, el Primer Vicepresidente optó por la agenda protocolaria.
Vestido de traje oscuro y con una camisa igual a las que usa el canciller Patiño (sin cuello, no aptas para llevar corbata), se montó en el elegante automóvil Cadillac, de vidrios negros, de la Cancillería que lo llevó hasta el museo de Oswaldo Guayasamín.
Lo acompañó su embajador en Quito, Majid Salehí, quien además fue su intérprete en buena parte del recorrido por la Capilla del Hombre que Pablo Guayasamín y Alfredo Vera, hijo y yerno del fallecido pintor, prepararon con entusiasmo. Fue una rápida introspección a los cuadros y esculturas de este artista, antiimperialista por esencia.
Gran parte de este museo recoge la historia de nuestra América, le explicaba Pablo Guayasamín, aclarándole que con ello su padre se refería a los pueblos que se asientan de México a Argentina.
Reza Rahimi habló poco pero el brillo de sus ojos denotaba el interés por la visita. Su mensaje se plasmó a la salida, en el libro de visitantes que lo firmó con una extraña caligrafía de trazos armoniosos y bien definidos.
Su segunda parada fue el Municipio de Quito. El lujoso Cadillac llegó a la Alcaldía por la calle Venezuela, en dirección sur-norte. Augusto Barrera lo estaba esperando, pero no en el pretil exterior por donde camina la gente. Estaba parado en un estrecho corredor que conecta con las oficinas de los pisos más altos.
Los transeúntes miraban extrañados a una comitiva de hombres robustos, de piel canela y ojos profundos que hablaban en un idioma indescifrable. Algún curioso se acercó para saludarlos; el Vicepresidente de Irán, sin embargo, no tuvo tiempo para ese contacto.
Barrera recibió a su Huésped Ilustre con un abrazo que se enredó con las sistemáticas venias que Reza Rahimi hacía con su cabeza a cada lado de la de Barrera.
La ceremonia con el Alcalde terminó para luego cruzar por la Plaza Grande y avanzar hasta la calle Benalcázar donde estaba su homólogo Lenín Moreno. Los dos se reunieron y firmaron los convenios de cooperación que, curiosamente, fueron redactados en inglés. Ambas partes, sin embargo, advirtieron que traducirán los textos a los idiomas oficiales de Ecuador y de Irán.
En la tarde, y tras visitar la Asamblea Nacional, la comitiva iraní se reunió con el presidente Rafael Correa quien destacó el acercamiento que han tendido ambos pueblos. Reza Rahimi caminó sonriente por la alfombra roja del Palacio de Carondelet.