El hecho de que un fiscal como Antonio Gagliardo se haya hecho el ciego para no ver lo que era imposible de ocultar en el caso Chuky Seven, no es sino una evidencia más de que la consulta que convocó Rafael Correa hace más de un año ha sido la más descarada estafa colectiva que el pueblo ecuatoriano ha sufrido desde, quizá, el congelamiento bancario.
Que las contundentes evidencias que le presentaron a Gagliardo para probar que el juez Paredes no fue el autor de la sentencia en contra de El Universo no hayan levantado ni siquiera la curiosidad del fiscal de marras para que haga, al menos, una reconstrucción de los hechos, no es otra cosa que la confirmación de la brutal estafa que fue la consulta convocada bajo el ideal de salvar el aparato judicial.
Una estafa que, curiosamente, fue advertida por su propio autor intelectual. Voy a meter las manos en la justicia, dijo clarísimo Correa, como para que no se quejen si ello llegaba a ocurrir. Y ocurrió.
No solo es la ceguera de Gagliardo lo que evidencia la estafa sino también, por ejemplo, la insólita escena transmitida por TV del juez Juan Paredes recibiendo las credenciales de juez, un día después de que Gagliardo hubiese confesado su ceguera inducida.
El hecho de que después de un año de realizada la consulta el país no haya cambiado sino en la profundización de las prácticas tramposas y absolutistas en que se maneja la justicia, prueba que los ecuatorianos no solo perdieron los USD 30 millones que costó la consulta y sino que fueron tomados del pelo de la forma más humillante.