Una hora. Eso fue lo que tardó Leonardo Álvarez en su camioneta por la av. Maldonado, desde la Villa Flora hasta San Bartolo (4 km). Lo dijo en tono molesto, mientras esperaba que otro conductor que se quedó atravesado en la intersección de la calle Adriano Cobo terminara de cruzar.
El ruido de los pitos, los reclamos de los choferes y las interminables filas de carros fue un escenario que se repitió en varios sectores de Quito.
En la av. Maldonado, la invasión del carril exclusivo del Corredor Sur Oriental y otras infracciones desbordaron el control de la Policía. Los buses del sistema integrado de transporte se quedaron atascados en medio de decenas de autos particulares.
Los buses convencionales tampoco avanzaban. A Carmen Toaza también le tomó una hora movilizarse desde El Camal hasta La Argelia, en un bus del Corredor Sur Oriental. Para el taxista Juan Espinoza, el caos vehicular se agravó por el cierre de la av. Simón Bolívar y el escaso control.
En La Loma Grande, donde hay dos recintos electorales, miembros de la Policía restringieron el paso de los vehículos hacia la calle Rocafuerte. Los conductores fueron desviados por la Leopoldo Salvador. En las plazas Grande, Santo Domingo y San Francisco, las actividades turísticas fueron normales. Grupos de turistas recorrieron los principales atractivos del Centro Histórico.
La circulación vehicular por la avenida América y sus alrededores fue lenta. Por la zona hay dos recintos electorales, la Universidad Tecnológica (UTE) y el Colegio San Gabriel.
En otras calles del sector, como la Antonio Ulloa y la Rumipamba, también hubo embotellamientos. Los peatones tuvieron problemas para circular, porque varios choferes dejaron sus vehículos sobre las aceras. El escenario fue similar en avenidas como la 6 de Diciembre, Portugal y República de El Salvador.
Bajo el intenso sol de la mañana, decenas de personas decidieron caminar. Pablo Cruz fue uno de los pocos que dejó su carro en casa y decidió conducir su bicicleta desde La Ecuatoriana hasta su junta receptora del voto, en Solanda. Lo acompañó su hija.
En la entrada del Colegio del Consejo Provincial, Milton Arroba esperaba que un miembro de la junta 15, en el tercer piso del plantel educativo, bajara con la papeleta de votación para que él pudiera ejercer el sufragio.
Él llegó en su silla de ruedas acompañado de su madre. Solo pudo ingresar hasta el patio principal, porque no había rampas adecuadas para su movilización.
Para muchos comerciantes también fue un buen día. Bebidas frías, golosinas, cebiches, hornado, ropa y discos de música y películas se ofrecieron en los alrededores de los principales recintos.
A las 11:30, a Robinson Rojas solo le quedaban 200 de las 700 micas que había comprado para emplasticar los certificados de votación a la salida del Colegio del Consejo Provincial. Emplasticar el documento costó USD 0,25.