Assange es un huésped incómodo

Tensión en la Embajada de Ecuador en Londres. Policías británicos custodian el recinto. En los exteriores hay simpatizantes de Assange.

En menos de dos meses, el refugio de Julián Assange en la Embajada en Londres terminó por transformarse en una jaqueca para el régimen de Rafael Correa.
El asilo al creador de Wikileaks -ventilado ampliamente en los medios por el Régimen- finalmente se topó con una barrera infranqueable: la negativa del Reino Unido de extender el permiso para que el ‘hacker’ salga del país.
Sin ese salvoconducto, Assange no tiene opción de llegar a Ecuador, sin que los agentes de Scotland Yard lo apresen nada más ponga un pie fuera de la misión.
De hecho, en el horizonte no hay una fórmula que le permita salir a Assange sin ser apresado, pese a que en las últimas horas se han lanzado nuevas teorías de posibles escapatorias.
No obstante, ni siquiera luce factible la última idea: que el jefe de Wilileaks -de casi dos metros de estatura- ingrese en el contenedor de una valija diplomática rumbo a Ecuador, sin que las autoridades británicas lo detecten.
“La ley establece que esas valijas son para trasladar materiales oficiales. Por eso, es difícil que Assange sea puesto en una caja y sea despachado sin que las autoridades británicas tengan una idea de lo que hay en su interior”, explica un análisis de la cadena BBC, que concluye que no hay forma de que Assange salga de la misión.
Así, la idea del gobierno de Correa de recibirlo en el país, como símbolo de su compromiso por la libre expresión, está en el aire.
De ahí que lejos de que se concrete el asilo territorial, el Ecuador debe mantener la protección a un personaje de la talla de mundial de Assange, que hoy cumple 60 días como refugiado en la Embajada ecuatoriana. Según su propio entorno, allí vive en medio de ciertas incomodidades.
Su madre, Christine Assange, ya dijo que él soporta un “estrés sicológico”, como resultado del encierro en la pequeña Embajada ecuatoriana en Londres. Aunque ayer su hijo intentó exponer una imagen de fortaleza, al agradecer el asilo y anunciar que está preparado para un largo proceso.
Sin instrumentos para exigir el salvoconducto
Mauricio Gándara, ex embajador en Londres, recuerda que el Reino Unido no es parte de ningún acuerdo -bilateral o multilateral- que lo obligue a respetar el asilo concedido por el Ecuador.
“No pensaron en las consecuencias. El asilo solo es obligatorio para los países de A. Latina, en virtud de la Convención de Caracas ”.
Por ello, varios analistas coinciden en que Assange puede pasar una larga estadía en la misión nacional, colocando al Ecuador en una posición incómoda. Entre otras razones, porque su caso puede tardar “años” en resolverse, mientras se tensionan los nexos con los otros países inmersos, según el profesor Santiago Basabe.
De hecho, según lo advirtiera el canciller británico, William Hague, la situación de Assange podría resolverse “en años”.
En ese tiempo -pronostican los observadores- su presencia será una piedra en el zapato para el flujo regular de la relación con el Reino Unido y la Unión Europea.
“El señor Assange puede envejecer unos cuantos años bajo la protección del Gobierno ecuatoriano, con sus respectivas repercusiones”. Ese es el criterio del ex canciller Heinz Moeller.
Sus palabras se refieren a que con Assange en la Embajada, los países del bloque europeo mirarán con desconfianza a Ecuador, en momentos en que se negocia un acuerdo comercial integral.
De forma similar opina el ex canciller Luis Valencia, quien sostiene que Ecuador no hizo un análisis serio de las implicaciones del caso. “El país puede ganar notoriedad mediática, pero su imagen quedará afectada, pues su decisión no es acatada”.
En este marco, el Ecuador ha optado por buscar respaldo de organismos regionales (ver. pág 4). Aunque el punto central del acercamiento a la Unasur, la Alba y la OEA no es el asilo, sino la advertencia británica de ingresar a la Embajada ecuatoriana sin autorización para apresar a Assange.
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Asilos conflictivos
Hasta 15 años en una Embajada
Jozsef Mindszenty, un cardenal católico húngaro, encarnó la situación más extrema de un asilado sin poder salir de una misión diplomática.
Tras la represión soviética a la revolución anticomunista de 1956 en Hungría, este religioso pidió asilo político en la Embajada de Estados Unidos. Mindszenty permaneció 15 años en ese recinto diplomático, sin que las autoridades húngaras le extendieran el correspondiente salvoconducto.
Solo el 23 de septiembre de 1971, luego de arduas negociaciones entre el Vaticano y el Régimen comunista húngaro, el cardenal logró salir de la Embajada, para luego refugiarse en Austria.
Otro caso emblemático es el de Víctor Raúl Haya de la Torre, líder del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana de Perú.
Él ingresó a la Embajada de Colombia en Lima, el 3 de enero de 1949, en tiempos de la dictadura del general Manuel Odría. Permaneció allí cinco años, hasta que pudo ir a Colombia.
Odría le negó la entrega del salvoconducto y el caso llegó a la Corte Internacional de Justicia de La Haya que, tras un largo proceso, dio la razón a Bogotá.
El régimen de Odría acató la sentencia y le permitió salir del país el 6 de abril de 1954. Pero lo declaró indigno de ser peruano y le quitó la nacionalidad peruana.
La historia también recuerda a Héctor Cámpora, ex presidente argentino, que estuvo 40 días en el poder en 1973. Se refugió en la Embajada de México en Buenos Aires, ahí permaneció tres años. Solo cuando enfermó de cáncer, la dictadura lo autorizó viajar a México. Allí falleció y sus restos fueron repatriados a Argentina