Raúl Baca mira con preocupación la crisis del CNE y las afiliaciones falsas. Cree que el Gobierno es el que evita que no se forjen nuevas agrupaciones.
¿Está preocupado por el próximo proceso electoral?
Sin duda. Estamos viviendo las consecuencias de un proceso de cinco años que en realidad tiene muchos cuestionamientos. Me da la impresión de que todo comenzó con una Asamblea Constituyente, casi podríamos decir inconstitucionalmente constituida, que creyó que para corregir los problemas de gobernabilidad debía crear un hiperpresidencialismo. En realidad, esto es la consecuencia de haber dado todos los poderes al Ejecutivo. Eso, a mi juicio, ocasionó un trastorno político extraordinario, por la pérdida de los controles en función de la inexistencia de un Congreso que fiscalice, cuestione y busque el equilibrio de poderes.
¿El principal responsable de esta crisis es la Asamblea?
A mi juicio, las carencias del Congreso en el cumplimiento de sus acciones políticas constitucionales son la causa fundamental de todos los procesos equivocados que vivimos. Eso ha dado lugar a que todos los espacios políticos tradicionales de control se hayan perdido: las superintendencias, el tribunal constitucional y ahora el Consejo Nacional Electoral que ha demostrado su absoluta inoperancia respecto de la obligación que tiene de garantizar un proceso electoral.
[[OBJECT]]
¿Qué cree que pasó en el CNE, fueron las organizaciones las que presentaron firmas fraudulentas o dentro del Consejo se produjo un delito informático que alteró las bases de datos?
Lo que creo es que este escándalo nos pone a las puertas de un proceso electoral sin partidos políticos. Es la destrucción de los partidos a lo largo del tiempo.
¿Por qué, si lo que el Estado buscaba era refundar un nuevo sistema de partidos?
La oferta fue volver institucional todo un sistema, pero el sistema no ha funcionado. Hay vacíos fundamentales en el control del poder. Las normas legales vigentes que garantizan el secreto de la filiación en el CNE han sido violadas. Se ha fugado la información para venderla evadiendo todos los controles. El secreto político de esta información es una garantía constitucional.
¿Por qué el discurso del Gobierno solo culpa a las organizaciones políticas que, como ‘mafias’, falsificaron firmas y deslinda de cualquier responsabilidad al CNE?
Las organizaciones políticas también tienen sus responsabilidades. Pero esto es una consecuencia de una permanente acción por evitar la conformación de las organizaciones políticas.
¿Quiere decir que en el fondo lo que se busca es que no existan organizaciones políticas para estas elecciones?
Así es.
¿Desde qué sector?
Desde las acciones del Gobierno y su permanente acusación sistemática a lo que llama partidocracia. Es verdad que por sus propios errores los partidos fueron desapareciendo, a pesar que desde 1978 se definió a estas organizaciones como los elementos más representativos de la sociedad y su participación política ante el Estado. Acordémonos que en ese año comenzó la muerte del Partido Liberal y del Conservador, pero nacieron otras agrupaciones jóvenes y con vigor.
¿No es similar la coyuntura de 1978 con este intento por refundar el sistema político?
Para nada, porque tras el debilitamiento de esas fuerzas que nacieron en 1978 tampoco fueron reemplazadas por otras igual de importantes. ¿Qué es el Prian, que solo vuelve a la vida en cada elección? El propio Alianza País no tiene estructuras partidistas ni sabemos cuáles son sus elementos de racionalidad política. Si hace 30 años se impulsó la estructura de los partidos para la participación política, ahora se ha hecho lo contrario: darle participación al ciudadano en forma directa. Lo curioso es que el resultado es una carencia de participación.
Si los partidos no dieron la talla y la participación ciudadana no funciona, ¿qué equilibrio se debe buscar?
El problema es que el hiperpresidencialismo dio lugar a que este Gobierno acumulara mucho poder, impidiendo que otros sectores hagan política. La negación de la política ha sido el elemento conductor en estos cinco años.
El hiperpresidencialismo no nació en Montecristi. Fue en Sangolquí, durante la Asamblea de 1998, impulsada por el gobierno interino de Fabián Alarcón, del cual usted era ministro.
Cómo no. Siempre se pensó en darle fuerza al Ejecutivo para corregir los problemas de gobernabilidad. Pero en 1998 lo que nunca se soslayó fue ese concepto del equilibrio de poderes y la vigencia de unas instituciones que controlen a esos poderes. Eso hoy ha desaparecido. Recordemos al constitucionalista (Karl) Lowestein, quien dice que son dos las fuerzas que conducen la vida en sociedad: el amor y el poder. Estas dos fuerzas, que son difíciles de definirlas por sí solas, tienen una clara expresión cuando se unen.
¿Qué significa aquello?
Que podemos decir que el poder del amor soluciona todos los problemas del mundo, pero el amor al poder es la causa de todos los males de la sociedad.
¿Y hay mucho amor por el poder en esta época?
Es la característica fundamental, es una búsqueda creciente…
El equilibrio del poder de 1998 trajo 10 años de inestabilidad. Mientras que con el actual Gobierno ha habido cinco años de continuidad. ¿No es lo justo reconocer la actual estabilidad política?
Es cierto, yo admito que el Ejecutivo ha sido fuerte. Pero eso no niega la inexistencia de políticas sustanciales. La estabilidad no ha conseguido un crecimiento de la responsabilidad social.
¿Estabilidad política es sinónimo de tener una sociedad democrática?
No, necesariamente. La estabilidad en un marco donde no sea posible expresarse democráticamente puede convertirse en una dictadura frustrante.
¿Con esa democracia débil nos acercamos al proceso electoral del 2013?
Ojalá no sea así. El gran desafío está en que las fuerzas corrijan su falta de decisión para efecto de hacer política real.
Pero esas fuerzas están perdidas en la búsqueda de nuevas firmas. Quedan menos de 60 días para que se convoque a elecciones y no sabemos qué partidos correrán en esta contienda…
Ni cuáles candidatos. Me temo que la falta de acción política de los partidos vuelva a dividir al país y eso no nos lleva a nada. Ojalá haya la decisión de aglutinarse y de buscar un motor de cambio.
¿Ud. cree en realidad que la oposición está en capacidad de dar una batalla política de alta intensidad?
Eso no se ve ahora, pero es el gran desafío de esas fuerzas.
¿La receta es el acuerdo?
Sería lo lógico, pero no es fácil que aquello suceda. Se han presentado los sectores de izquierda y de derecha, dejando al centro izquierda ante la urgencia de aglutinarse y de buscar un acuerdo que sí es notorio en la izquierda.
¿Alberto Acosta ha aglutinado a la izquierda radical?
Creo que sí y es buena esta aglutinación porque expresa el cuestionamiento y la frustración de quienes en buena medida son los causantes de la existencia de este Gobierno. Su expresión política tiene posibilidades.
¿Y la derecha?
En ella se destacan sus cuestionamientos al desarrollo productivo y su propuesta de cambio.
¿Es un buen candidato Guillermo Lasso?
Sin duda alguna, pero como la expresión política de ese segmento. En conclusión, queda abierta la necesidad de que el centro se aglutine también.
Tomando en cuenta cómo está la inscripción de los partidos y la eventualidad de que muchos sean eliminados, ¿este escenario no terminará por unir a la oposición a la fuerza?
No lo veo posible. Además, espero que las 11 organizaciones políticas que alcanzaron a inscribirse sean necesariamente reconocidas. Es una estupidez del CNE cumplir una acción, dirigida o no por el Poder Ejecutivo, que tienda a desaparecer a esas agrupaciones políticas.
Pero cada día el CNE da pistas de que camina rumbo a lo que Ud. llama una estupidez.
Hay retrocesos y presión política de la ciudadanía.
En este mes del escándalo de las firmas no se ha visto a ninguna organización política, salvo contadas excepciones, que lleve a su militancia a protestar fuera del CNE. ¿Qué debe hacerse primero: forjar militancia política real y luego recoger firmas?
El mayor error es suponer que la recolección de firmas sea la razón de ser de los partidos. El par-tido no tiene, necesariamente -y allí hay un error en la norma vigente- que contar con un número mayor de afiliados. Un partido debe perseguir otros fines: organizarse, estudiar la realidad, trabajar en una ideología, en expresar el pensamiento del hombre.
¿El Ecuador vive un sistema de partidos de ficción?
Es que a última hora pretenden encontrarse para participar en las elecciones. Claro que reconozco que hay esfuerzos por trabajar en una línea organizativa, como la Ruptura o la Concertación.
¿Qué le pasó a la ID, partido en el que usted militó, que sucumbió, precisamente, en estos momentos?
Es una pena que el abandono de liderazgos tradicionales haya desatado una lucha interna de figuras políticas de último momento, que terminó por excluir al partido para estas elecciones.
¿Desde cuándo se dan estas luchas internas?
Desde hace unos cinco años.
¿Su salida de la ID (1997) fue producto de aquello?
No, fue una acumulación normal de frustraciones.
¿Avanza, de Ramiro González, será la nueva ID?
Hay que darle tiempo.
¿Tal y como están las cosas usted vaticina un triunfo cómodo y holgado del Gobierno en estas elecciones?
No lo creo.
¿A pesar del desorden de los partidos y de las firmas?
También hay que contar el desorden del partido de Gobierno. Las frustraciones acumuladas de distintos sectores puede dar lugar a un tropiezo del oficialismo.
¿Es un error de la oposición trazar su campaña electoral en función de sus contradicciones hacia Correa?
Naturalmente. El Gobierno planteó su política desde la base del odio y del enfrentamiento. Había que crear enemigos y la oposición cayó en la trampa, por eso no tiene otro planteamiento. Se le declaró la guerra a Correa en lugar de combatir el sistema creado por él. Lo importante era descubrir la inexistencia de políticas públicas en el país. Un Presidente que cuestiona, con desdén, la vigencia de las preferencias arancelarias con EE.UU. se está olvidando de la gente que trabaja para el desarrollo productivo del país.
Pero ese discurso huele a soberano, y eso da votos.
Puede ser que mejore la popularidad ante un pueblo que cae en la manipulación.
¿Un discurso más propositivo y alejado de la imagen de Correa ayuda a la oposición?
Lógico. La alternativa es desnudar la propaganda del Gobierno que pinta un país en desarrollo. Estamos viviendo la ficción de un país próspero bien encaminado, sin que haya organizaciones políticas que hagan planteamientos y desnuden esta mentira.
Si se desnuda esa propaganda, ¿qué se encontraría?
Que el país no tiene destino; que no hay política internacional ni de salud ni de desarrollo económico. Se encontrarían muchas carencias. Cuando se forja a un país en medio del odio y de la polarización no se le está educando. La popularidad del Presidente es consecuencia de un líder populista con muchos recursos.
HOJA DE VIDA
Raúl Baca Carbo
Su trayectoria. Político guayaquileño y uno de los líderes históricos de Izquierda Democrática (ID). Fue varias veces ministro de Estado, legislador y Presidente del Congreso Nacional.
Su punto de vista. La debilidad institucional ya ha pasado factura. La crisis de las firmas falsas empañará el proceso electoral del 2013.