En San Mateo se registran casos de reclutamiento de pescadores artesanales para llevar droga a Guatemala. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
A los extremos de la Ruta del Spondylus, la carretera que conecta las principales playas de Manabí, se extienden zonas montañosas desoladas. No hay casas ni vigilancia. Hasta estos lugares deshabitados llegan redes del narcotráfico para almacenar alijos de cocaína.
Los sospechosos arriban siempre en la noche, cuando la mayoría duerme. Aparcan los autos a un costado de la vía, desembarcan la droga y luego la llevan montaña arriba, a pocos metros de las playas. Allí cavan huecos y la ‘encaletan’ por unos tres o cuatro días.
Estos detalles aparecen en informes de Inteligencia policial y militar. Revelan que esta es una de las últimas modalidades empleadas por grupos dedicados a traficar cocaína desde aguas ecuatorianas.
Un dispositivo de seguridad, de uno o dos hombres, custodia los alijos antes de que estos sean enviados en lanchas rápidas hacia Guatemala y México.
EL COMERCIO recorrió las playas de Manabí, a propósito de la captura de Washington Prado, el denominado ‘Pablo Escobar ecuatoriano’, y conoció que su organización también utilizaba esta modalidad.
Un agente de Inteligencia que opera en la provincia accedió a hablar de este fenómeno. La cita se concretó la tarde del martes pasado, 9 de mayo, en una oficina de seguridad. No permitió captar fotos, pero sí explicó cómo funciona la cadena delictiva.
En una pizarra blanca, el oficial dibujó el perfil de la provincia y detalló que los narcos usan zonas deshabitadas de las playas de Pedernales, Cojimíes, Tabuga, Bahía de Caráquez, Canoa o Jama para enviar las lanchas a Centroamérica.
En estas embarcaciones viajan por lo general tres personas. El motorista, encargado de resolver posibles daños en los motores; el navegador náutico, especializado en la conducción de la nave y el manejo del GPS; y un hombre de seguridad, que vigila la carga ilegal.
A estas personas les toma cinco días arribar a Guatemala, donde les esperan emisarios de carteles mexicanos. Unas 1 200 millas náuticas (2 300 km) separan ese país centroamericano de Ecuador. A lo largo del trayecto, las lanchas hacen dos abastecimientos de combustible; la primera cerca de las islas Galápagos.
Reportes policiales y militares señalan que embarcaciones más grandes zarpan desde Manta con gasolina y se ubican en puntos estratégicos, próximos a las islas, para suministrar a las lanchas.
Las investigaciones revelan que Manta es usada como punto logístico. En Jaramijó y San Mateo, en cambio, se recluta a pescadores artesanales para que viajen con la droga a Guatemala.
Este fenómeno también lo conocen en la Marina. El capitán de fragata Carlos Nivela, director regional de Espacios Acuáticos de Manabí, admite que las costas de la provincia, que tienen una superficie de 350 km, son “propicias” para estas actividades ilícitas.
“Hay varias razones: la extensión de Manabí, el fácil acceso que tienen las embarcaciones para salir al mar, hay unas pendientes adecuadas para que hagan el embarque; o también el control, que es limitado…”, comenta el oficial.
Frente a este fenómeno, la Fuerza Naval hace patrullajes permanentes en el Pacífico para intentar detectar las lanchas.
Entre enero y el pasado viernes, policías que operan en Manabí habían confiscado menos de una tonelada de droga en esta zona.
Pero todo ese cargamento iba dirigido hacia el consumo interno y no hay capturas relacionadas con el tráfico internacional.
El viceministro del Interior, Diego Fuentes, señala que no se ha perdido el control de Manabí. “De todas las provincias del país, es la segunda que aporta con mayor reducción de delitos, porque en diciembre ya enviamos más personal, para la investigación y la Dinased”.
El funcionario dice que eso ha provocado “una alta productividad atada a la desarticulación de bandas”. En estos cinco meses, en Manabí ha habido 273 casos relacionados con droga y 250 personas detenidas.
En el mar, el control lo tiene la Fuerza Naval. El miércoles, por ejemplo, un equipo de cinco guardacostas de la Marina recorrió aguas próximas a las playas de Jaramijó y Crucita.
Tres uniformados portaban fusiles HK. El alférez Mario Rodríguez los dirigía y relató que, además del transporte de droga, los delitos más comunes son el tráfico de combustible y el robo de motores de las naves, que están precisamente ligados con el narcotráfico.
Ese mismo día, en su oficina, el capitán de corbeta Ricardo Rendón, jefe del Subcomando de Guardacostas, reconocía a este Diario que el narcotráfico sí representa un problema. “Es una de las actividades que, estadísticamente, ha tenido un incremento en la provincia. La costa de Manabí es la más extensa del Litoral. Tenemos una superficie de 350 km que vigilar y eso da lugar que en algún espacio se dé actividades ilícitas”.
En el Subcomando funciona un centro de operaciones las 24 horas. Desde allí se rastrea el movimiento de posibles embarcaciones contaminadas.
En los poblados, los pescadores prefieren callar. Dicen que el tema de las drogas está presente, pero que no hablan para “ahorrarse líos”. En esta zona hay propuestas frecuentes de los narcos para que lleven las cargas de cocaína.