En el Pachamama, Christian Montenegro, con sus alumnos de décimo de básica. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Con un sistema de tarjetas, el Colegio Pachamama ha motivado a sus alumnos a ser responsables en el cumplimiento de medidas de bioseguridad. Si una familia o un chico irrespeta un protocolo, como ocurre ante una falta en el fútbol, recibe una tarjeta amarilla. La segunda ocasión le dan una roja y deja las clases presenciales y regresa a las ‘online’.
Matías y Benjamín, de segundo y cuarto de básica, coinciden: prefieren las clases presenciales. Virtualmente, comentan, no se podían concentrar. Ya tres estudiantes tuvieron que regresar a casa.
Al Pachamama asisten 130 estudiantes de 3 a 18 años. Y hay una lista de espera de 80 chicos. Cada caso se evalúa, contó Dominik Gorris, director administrativo, para no sobrepasar el 30% de aforo.
Este fue de los primeros planteles a los que el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) nacional autorizó para ejecutar su plan piloto de vuelta a clases. Regresó la última semana de septiembre.
En ese mismo período, otro colegio particular de Quito, recibió a sus primeros alumnos. El padre de dos de ellos resultó contagiado, por lo que alumnos y profesores de esos grados dejaron la educación presencial. Eso confirmó el Ministerio, la semana anterior.
Hasta el 28 de octubre, según Educación, 69 instituciones del país fueron autorizadas para el retorno progresivo; 15 de Pichincha, 13 de Quito.
En estas semanas, los padres de familia llenan encuestas, a través de las que se les consulta si estarían dispuestos a que sus hijos dejen la educación en línea y prueben lo presencial, en grupos. Es parte de la elaboración del Plan Institucional de Continuidad Educativa (PICE), de cada colegio.
Para el epidemiólogo Daniel Simancas, el padre de familia debe analizar bien las razones por las que decide que su hijo retorne a la escuela, en medio de pandemia del covid-19. Recomienda analizar que con el aumento de la movilidad de las personas y la suma de contactos diarios hay más posibilidades de contagiarse.
La profesora Miriam Araque toma la temperatura a Javier Yánez, al ingreso al salón. Foto: Washington Benalcázar / EL COMERCIO
Sin embargo son variadas las razones por las que los representantes estudian la opción de la vuelta a las aulas. En algunos casos ya están trabajando presencialmente y en otros, los estudiantes no tienen suficiente contacto con el docente.
Hasta ahora, el retorno progresivo en el sistema fiscal se ha dado en el área rural. 57 de 69 planteles autorizados por el COE son fiscales.
Segundo Yánez, padre de dos estudiantes, está contento con el reinicio de las clases presenciales en el Centro Intercultural Bilingüe Tarquino Idrobo, de la comunidad kichwa de Ugsha, en Otavalo.
La institución, que reabrió el 19 de octubre, tiene 11 estudiantes de segundo a séptimo año, que acuden alternadamente. “Las clases virtuales fueron nulas porque en Ugsha no hay señal telefónica ni de Internet”, dice el padre.
Para Edison Colta, de séptimo, es mejor ir a la escuela para consultar las dudas a la profesora. En su aula se mantiene la puerta abierta. Todos usan mascarilla. Y los pupitres están a dos metros de distancia.
Al ingresar al salón se observan implementos para la desinfección de manos y calzado. La maestra toma la temperatura a los niños e indaga a los padres si allegados han presentado fiebre, tos o dificultad para respirar. Los datos los registra y los remite a las autoridades.
Antes de aprobar planes de retorno progresivo los distritos hacen un diagnóstico de los insumos de higiene que requiere cada institución. Se asignaron USD 511 200 para el régimen Sierra y USD 546 700 en la Costa con ese fin.
Ninguno de los 600 habitantes de Ugsha ha presentado síntomas, explica Mario Suárez, director del distrito Antonio Ante-Otavalo del Ministerio. Ese es uno de los requisitos del plan piloto. Otra demanda es que tengan agua potable.
Si los protocolos de la institución se arman correctamente, se garantiza que los alumnos no transmitan infecciones, sostiene el especialista Byron Núñez.
El infectólogo recomienda usar mascarillas apropiadas. También cuenta que en Europa se mide el CO2 en las aulas para determinar si hay suficiente ventilación.
En el país, varios establecimientos preparan planes piloto. En Manabí y Santo Domingo de los Tsáchilas, ocho escuelas rurales fueron autorizadas por los COE para el regreso a clases semipresenciales.
En la primera provincia se abrirán seis escuelas en Santa Ana, Jipijapa, Pichincha, Pedernales y Portoviejo. Los padres de familia de la escuela 18 de Octubre, del cantón Bolívar, se retractaron. “Nosotros nos cuidamos en casa, pero no sabemos si lo hacen los compañeros de nuestros hijos”, dice la madre, Yomaira Zambrano.
En Santo Domingo, dos escuelas de La Concordia y Santo Domingo ingresarán al plan. Otras no cumplieron con la norma de menos de 35 niños.
En contexto
Desde el 12 de marzo se suspendieron las clases presenciales en Quito y en el país. Informes de Unicef recomiendan retomar la educación presencial en el sistema fiscal, para evitar que niños y adolescentes se atrasen e incluso dejen los planteles.