Francisco Núñez, administrador del Parque Nacional Cotopaxi, monitorea la presencia de perros ferales. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Dos perros salvajes atacaron una noche de septiembre pasado a una res en los páramos del barrio El Milagro, en Pastocalle (Latacunga). Lo acorralaron y mataron.
Este es uno de los ataques a vacas, terneros, ovejas y llamas que se registran en Cotopaxi desde el 2017. El problema afecta a unas 15 comunidades cercanas a las áreas protegidas del Quilotoa, El Boliche, Los Illinizas, el Parque Nacional y los páramos ubicados en el oriente de la provincia.
Las autoridades del Ministerio del Ambiente, con el apoyo de las Juntas Parroquiales, municipios y fundaciones, emprendieron campañas de esterilización para controlar su crecimiento.
De esa forma se evita que los comuneros coloquen carne envenenada, lo cual constituye un riesgo. El Ministerio del Ambiente registró la muerte de un cóndor andino en la parroquia Cusubamba (Salcedo) y de dos aves carroñeras en la parroquia Aláquez (Latacunga), por envenenamiento, entre el 2018 y este año.
Los guardaparques informaron que han detectado otro tipo de perros, también considerados salvajes. Estos fueron abandonados por sus dueños o nacieron en el área protegida.
A estos no les gusta el contacto con las personas, son agresivos y deambulan en manadas de entre 4 y 8 perros.
“Este problema de los perros se intensificó con el crecimiento poblacional y el avance de la frontera agrícola”, aseguró Pamela Cepeda, directora de Ambiente de Cotopaxi.
Los ataques en El Milagro ha causado la muerte de 30 reses, 20 ovejas y 15 camélidos. Norma Aymuca perdió cuatro vacas y dos borregos en los páramos, que colindan con el suroriente de los Illinizas.
Las agresiones fueron en la noche. Una de las soluciones fue cercar las propiedades de pastoreo, realizar rondas para buscar a los animales y lanzar fuegos artificiales para ahuyentarlos.
Aymuca contó que en la zona hacen una campaña de esterilización y ya no se deja carne envenenada en los páramos, por miedo a que ingieran sus animales o los cóndores.
El miércoles último se colocó una jaula metálica con varios trozos de carne de res y pollo en su interior, en el nororiente del Parque Nacional. Con la trampa se espera capturar a los perros que deambulan en esa área. Estos cazan conejos, venados, zorros y pájaros, y atacan a los potros y reses que viven en la zona. Estos últimos mueren desangrados, ya que no logran asfixiarlos como a los primeros.
Un grupo de guardaparques ubica una trampa para los canes. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Datos del Ministerio de Ambiente de Cotopaxi indican que solo en el Parque se registraron tres ataques en el 2017, cuatro en el 2018 y este año no han habido casos, pero se encontraron varias osamentas de ovinos y caballos.
En esa área se instalaron cuatro cámaras trampa de video en los sectores de Rumiñahui, Manantiales y Limpiopungo.
Un guardaparque del control Caspi monitorea la presencia de estos animales. También, a los cóndores andinos y otras actividades de la zona.
“A los perros que capturamos los registramos y entregamos a los departamentos de fauna urbana de los municipios de Latacunga y Mejía para que los esterilicen y entreguen a sus dueños”, dijo Cepeda.
Las autoridades ambientales tienen previsto colocar cámaras trampa de video en el sur del Parque, pero aún no se sabe cuándo se lo hará.
Además, continuarán con las campañas de educación ambiental y manejo de la fauna en las comunidades de Mulaló, Illagua, Andracas, San José, Colatoa, Panguigua, San Marcos y Tanicuchi. Verdecochas, Barrancas, El Chaupí, Aloasí, Chugchilán y Pastocalle.
En la actualidad, los investigadores de la UTE realizan un estudio sobre las enfermedades que tienen los lobos de páramos y perros. Se busca determinar la población de estos animales y por qué su hábitat es amenazado. Los especialistas capturarán a los canes, que viven de forma silvestre, se les tomará una muestra de sangre y se los sacrificará.