Incipientes. Así son los cultivos de coca, amapola y marihuana en el país. El informe de Indicadores de Cultivos Ilícitos en el Ecuador de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) lo sentencia.
El estudio es superlativo. En lo diplomático es un reconocimiento a Ecuador por preservar su geografía libre de estas plantas -en este territorio la cultura cocalera se perdió desde la época del virreinato-.
Pero la Unodc es directa: al tener una ubicación estratégica (para el tránsito de drogas y de químicos, en medio de los dos países productores de coca), Ecuador debe emprender en tareas conjuntas con Colombia y Perú en el combate contra el tráfico de drogas y el crimen organizado.
Este país no está aislado en el mundo. El planeta está en alerta por la expansión de las llamadas nuevas sustancias psicoactivas (NPS), controladas por las mafias, producidas en el laboratorio, irradiadas con la Internet como mercado negro hacia los jóvenes.
Lejos de las proporciones de EE.UU. y de Europa, Ecuador también es un lugar de consumo. Antinarcóticos ha aislado a 107 menores, entre enero y anteayer, por consumo y porte de drogas en Pichincha.
Las NPS no pueden ser combatidas con métodos tradicionales como la erradicación de cultivos. Carteles mexicanos las han convertido en su bien preciado y no han tardado en utilizar sus influencias para crear empresas fantasmas y desviar precursores químicos del monitoreo internacional.
Es un crimen criminalizar el consumo de drogas. Y más lo es no enfrentar lo de fondo: tratar a los seres humanos adictos. Pero de forma global y con celeridad: ya existen 348 sustancias psicoactivas nuevas en el mercado (en el 2012 eran 251). ¿Qué se espera?
Es terrible que el ya público Informe Mundial sobre las Drogas 2014 ubique al Ecuador como país consumidor de las NPS, con un uso que duplica al de Colombia y Perú. El discurso de endosar el narcotráfico a los países de consumo y hacer no más que lo de siempre es como mirar hacia otro lado.