Diego Uquillas Flores.
Grupo EL COMERCIO
En la dedicatoria que el maestro Oswaldo Viteri escribió en el retrato que le hizo a José Ortega Cano, otro maestro, dice: “A mi amigo José Ortega Cano, que cuando torea pinta, de Oswaldo Viteri, que cuando pinta torea”.
Una frase inmortalizada en uno de los lienzos del ambateño nacido hace 78 años, que también exterioriza la pasión que tiene ‘el artista de los ensamblajes’ por las corridas de toros.
La afición de Viteri por la fiesta brava viene desde la cuna. Sus abuelos paternos tenían un terreno que alquilaban para corridas populares y creció viendo toros.
“El contacto con la fiesta y la afición de mi madre fueron decisivos para forjar mi inclinación por la tauromaquia. Incluso llegué a intervenir en varios festejos populares en mi juventud en pueblos de Tungurahua y Cotopaxi”, relata el pintor desde su habitual puesto en los tendidos de la plaza de toros de Iñaquito.
Pero la vinculación de Viteri con la torería va más allá de tener amigos toreros famosos o de conocer plazas de fama mundial, como la Monumental de México o Las Ventas de Madrid.
Una parte importante de la obra de Viteri se refleja en los dibujos y grabados que ha realizado con la temática taurina como principal protagonista.
“En mi plástica no solo aparece la estética clásica del toreo, la que se celebra en plazas y arenas oficiales, sino también se expresa el festejo popular de las tientas y el toreo de campo”, confiesa el dos veces candidato al Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Reconocido por su trabajo de ‘ensamblajes’, aunque su obra abarca también la pintura, el dibujo, los grabados y los mosaicos, Viteri recuerda una exposición de dibujos que presentó en la mismísima plaza de Las Ventas y que repercutió en el ambiente taurino mundial.
Viteri siente la misma atracción que en sus tiempos sintieron otros genios de la plástica como Diego Velázquez, Francisco de Goya, Pablo Picasso… o de la literatura, como Federico García Lorca, Ernest Hemingway, Camilo José Cela… Ese misterio ancestral que envuelve a la naturaleza humana con la animal, como cuando en las cuevas de Lascaux (Francia), hace 17 000 años, se pintaron toros gigantes de seis metros.
Admirador del arte de Luis Miguel Dominguín, a quien vio torear muchas tardes en el coso quiteño, Viteri se considera un aficionado total. “Me interesa el toreo de arte, la elegancia del torero con la muleta, los trazos que dibuja en los pases… la plástica que brinda el toro y sus movimientos”.
De los matadores actuales, guarda respeto por el estilo purista y clásico de Enrique Ponce, la elegancia y templanza de Sebastián Castella o la técnica y sentimiento de El Juli.
Pero, particularmente, es un enamorado de la Feria de Quito Jesús del Gran Poder. “Desde que se inauguró la plaza en 1960 siempre he presenciado las corridas. Tengo mi lugar especial y disfruto con mi familia y amigos en los tendidos. Cada día es una fiesta diferente, como son los toros en cada faena… o en cada cuadro”.