Redacción Deportes
Una noche de insomnio y un sin cesar de cosquilleos en el estómago atormentó a Andrés Potosí, el pasado viernes.
Esa noche sus nervios reflejaron sus ansias por sumergirse por primera ocasión en las profundas y frías aguas del lago de San Pablo, ubicado en Imbabura.
El joven de 17 años intentó controlar esa reacción exigiéndose tranquilidad, pero no tuvo ningún resultado. De nada le sirvió que su madre le preparara una agua aromática para calmarlo ni que su padre charlara con él.
Las cosquillas en el estómago tampoco se esfumaron jugando pimpón ni escuchando las canciones del grupo Los Ilegales. Solo el cántico de las aves y la alarma de su celular lo estabilizaron. A las 05:00 de ayer, por fin tendría la oportunidad de cumplir su sueño: participar en la prueba más importante del país.
Antes que su madre María Josefina lo sorprenda con un desayuno, Andrés había salido de su casa e ido al patio a calentar los músculos y articulaciones de su cuerpo.
La noche anterior había soñado que sus pies se enredaban en las algas del San Pablo y era cuestión de un calambre. Por eso, “me levanté tempranito para calentar”.
Tras culminar la rutina de ejercicios, Potosí apenas ingirió un vaso de jugo, se despidió de sus padres y se dirigió al Parque Acuático Araque, lugar de la partida.
Para asegurarse de contar con un correcto calentamiento, el joven caminó desde su casa hasta dicho lugar, cerca de 30 minutos. Una vez parado frente al inmenso lago, los nervios desaparecieron. Ahora, en cambio, era preso de la adrenalina.
Daniela de la Torre, de 14 años, fue otra nadadora que contó las horas para participar. La edición 2009 sería su segunda intervención y al igual que en el año pasado quería cumplir con la hazaña de cruzar el lago y dedicar el triunfo a sus padres y amigos.
Pese a la experiencia que posee en aguas abiertas, la deportista nacida en Otavalo también tuvo ansiedad las 24 horas previas. Un poco sonrojada, De la Torre confesó que la noche del 11 de septiembre se pasó dando vueltas sobre su cama.
“La verdad es que no podía cerrar los ojos. Estaba nerviosa pensando solo en el día de la competencia. Ahora que por fin llegó la hora estoy tranquila”, relató. Las historias de esos dos nadadores se repiten todos los años en decenas de participantes que acuden a la cita natatoria.
Muchos de los concursantes abandonan la travesía en medio camino debido a la baja temperatura del agua (16 grados). Empero, la mayoría de ellos cumple con el objetivo, venciendo los obstáculos como la falta de orientación, el frío y la falta de oxígeno.
Johnny Encalada, de 21 años, es solo un ejemplo. El último participante en cruzar la meta jamás se rindió. Durante los 3 515 metros de recorrido el deportista mostró coraje y garra. No le importó el frío ni competir en solitario.
Encalada jamás desistió en cumplir con su sueño, pese a ser su primera participación y encontrarse a 50 minutos de distancia de Iván Enderica, el ganador.
El joven quiteño que aprendió a nadar hace un año llegó al muelle Costa Azul, tras una hora y media de competencia. Allí, fue ovacionado por los espectadores, por su novia y sus amigos.
Una vez arropado y ubicado alrededor de una pequeña fogata que encendió la organización para que los deportistas se calienten, Encalada incitó a sus amigos para competir en la 49 edición de la travesía natatoria, en 2010. “Todas las personas pueden lograrlo, solo es cuestión de entrenar y confiar en uno mismo”, señaló el deportista quiteño.