Niteroi, Brasil. AFP, ANSACristiane Oliveira perdió a casi toda su familia en el deslave que sepultó a unas 200 personas en Niteroi el miércoles. Ahora, con expresión tensa, solo espera que los bomberos, que trabajan, puedan recuperar los restos de sus seres queridos para darles sepultura.Cristiane tiene 27 años. Buena parte de su familia vivía en la favela Morro do Bumba, que quedó reducida a tierra enlodada y escombros tras las lluvias que desde el lunes causaron 212 muertes y 200 desaparecidos en el estado de Río de Janeiro.La joven perdió a su madre, tíos y primos. Ella y dos hijas suyas escaparon por poco a la muerte. “Llegué del trabajo en ese momento (21:00 locales). Acababa de sacar a mis hijas de la guardería y bajé para la calle. Y fue cuando todo se vino abajo”, relató recordando cómo la guardería fue arrastrada por el barro.“Miro y pienso: todo el mundo está ahí abajo. Es muy triste”, dice sin consuelo, con la mirada fija en los equipos de búsqueda.Cuántas personas están realmente bajo toneladas de tierra, escombros y hierros retorcidos, es una incógnita: pero los pobladores del lugar y los bomberos estiman que permanecen los cuerpos de 200 personas sepultados bajo el lodo y la basura.El lugar era hace 40 años un basural. Y hace 25 se creó la favela Morro do Bumba. El suelo poco estable, sumado a las lluvias y a las construcciones informales, muchas veces sin cimientos, explican la magnitud de la tragedia.“El riesgo de nuevos deslizamientos es enorme, incluso si no llueve más, porque el terreno está extremadamente encharcado. Estamos trabajando con mucha cautela”, dijo José Paulo Miranda de Queiroz, subcomandante del Cuerpo de Bomberos de Río.Sabrina de Jesús es otra madre que cuenta la tragedia del miércoles, en la cual solo logró salvar a su hijo más pequeño: ella estaba en su casa cuando escuchó un ruido, como un crujido. Creyendo que era un choque de autos, salió. Y entonces la avalancha arrasó con todo a su paso y solo pudo agarrar del brazo a su hijo mayor.En medio del trabajo frenético y a contrarreloj de los equipos de rescate, bajo la mirada atenta de los habitantes a la espera de noticias de sus seres queridos, Sabrina -de 26 años- permanecía bajo una carpa de la Defensa Civil, en ‘shock’, con la mirada perdida.“Sinceramente, no tengo esperanzas. Es demasiada tierra…”, dijo Sabrina, con los ojos llenos de lágrimas, sin poder creer del todo que su madre Nadia, su abuelo Abilio y su hijo Caique de seis años pudieran estar vivos bajo. Las autoridades de Río de Janeiro temen la aparición de enfermedades por la descomposición de unos 200 cuerpos que se creen están enterrados en Niteroi. “Estamos muy preocupados”, afirmó el gobernador del estado, Sergio Cabral. El alcalde Eduardo Paes decretó ayer el retiro de los residentes en áreas consideradas de riesgo, decisión resistida por las comunidades de las favelas.