La gente que la frecuenta la llama su ‘oficina’. Se trata de una pequeña plaza del distrito de Carabanchel, al sur de Madrid. Su nombre es Plaza Elíptica y es un punto para encontrar trabajo en la ciudad.
Los buscadores de empleo son exclusivamente extranjeros que cada día llegan a la plaza sobre las seis de la mañana, en el primer metro que circula en el día. Un detalle que los identifica es la mochila que llevan en su espalda, donde guardan su ropa de trabajo, las herramientas para realizar sus diferentes oficios y algo de comida para pasar la jornada.
Esta plaza siempre fue un sitio de encuentro entre la oferta y la demanda de mano de obra. La diferencia ahora es que la oferta de empleo escasea. “Venimos aquí para no estar en la casa”, dice Silvio, un lojano de 49 años que no quiere dar su apellido para evitar que su familia en Ecuador se entere de la realidad que vive.
Él es uno de los damnificados de la construcción y ha vuelto a la plaza después de haber trabajado más de un año en los campos de Castilla La Mancha, primero haciendo una casa para los pastores y después conduciendo un tractor durante 15 horas al día. “A veces algunos españoles nos explotan”, manifiesta.
La construcción y el sector servicios son los que más han arrojado extranjeros a la calle. De los 591 114 extranjeros en paro (cifras del tercer trimestre de 2011), 137 923 eran trabajadores de la construcción y 300 658 estaban en servicios. Los desempleados de nacionalidad ecuatoriana ascienden a 48 296 personas (35 371 de ellas están recibiendo un subsidio por desempleo).
La gente en la plaza se junta por nacionalidades. Hay corrillos de ecuatorianos, rumanos, bolivianos, peruanos, senegaleses… En esos círculos nació la idea de bautizar a la plaza como ‘la oficina’, porque la espera por una oferta de empleo es tan extenuante como una jornada de trabajo. Los más necesitados se quedan en la plaza hasta las 15:00 o 16:00 horas y solo se alejan al mediodía para comer lo que llevan en la mochila o en los comedores sociales.
En el corrillo de los ecuatorianos se escucha decir: “En Ecuador es peor”. La afirmación la realiza Luis Silva, un riobambeño de 47 años que estuvo en Ecuador hace poco y trabajó como albañil con un sueldo semanal de entre USD 80 y USD 100.
El plan de este hombre, que tiene la nacionalidad española, es reunir dinero para irse a EE.UU. Allá viven dos hermanos suyos y le han dicho que hay trabajo en el que puede ganar entre USD 500 y USD 600 a la semana.
La rutina de la plaza se rompe únicamente cuando aparecen los empleadores, a veces llegan a pie o en furgones que los conducen directo a alguna obra. Una de las ofertas del viernes la lleva un español que se presenta como electricista y apunta por lo menos 20 nombres y teléfonos en un papel. Promete llamarlos cuando obtenga el permiso municipal para trabajar en una construcción en el norte de Madrid. No habla de los sueldos a pagar y se marcha.
Un colombiano, que tampoco quiere dar su nombre, cuenta que suelen pagar 30, 40 ó 50 euros por día. “Pero a veces no nos pagan, nos hacen trabajar y luego dicen que alguien les quedó mal y no pueden pagarnos”, cuenta y las voces de la plaza le dan la razón. Una con acento peruano dice que quieren hacer una asociación para evitar estos abusos y para distribuir mejor los trabajos que llegan. “Hay que dar oportunidad a todos”, dice la voz.
La caza de un empleo en la Plaza Elíptica es más dura en invierno. Los que pueden pagar los 1,2 euros que cuesta el café en el bar Yakarta, que está en el sitio, lo hacen y escapan del frío. Pero la gran mayoría no tiene ese dinero y aguanta los embates del invierno con las manos en los bolsillos.
Esta plaza hace que los extranjeros sean más visibles que los españoles en la búsqueda de empleo. La mayoría de los españoles usan canales establecidos, van a las oficinas de empleo de sus comunidades, se apuntan como demandantes de trabajo, y esperan que los llamen a cursos o entrevistas.
Los extranjeros van más allá y generan una promoción propia. En postes de luz, tiendas, estaciones de metro aparecen pegadas las hojas en las que se puede leer una amplia oferta de servicios.
Hay quienes diseñan rudimentariamente sus tarjetas de presentación; en la misma Plaza Elíptica, cuando llega un empleador hay candidatos que muestran su tarjeta y alzan su voz como parte de su estrategia para hacerse notar.