En el campamento Guarumales, donde duermen los técnicos que operan la central Paute-Molino, funciona la escuela Daniel Palacios Izquierdo.
Con 25 años de fundación, el plantel se creó para los hijos de los trabajadores que construyeron Paute, explica Cecilia Illescas, profesora del tercer año de básica. Hoy, de los 110 alumnos, el 10% es hijo de empleados.
La mayoría de los niños y niñas que asisten del primero al séptimo año de básica pertenece a las poblaciones de Santa Rita, Ermita, Arenales, Amaluza y Consuelo, localidades cercanas a la central que no cuentan con establecimientos educativos.
Para esta escuela, el Estado asignó a cinco profesores, pero Celec Hidropaute —empresa pública a cargo de la central— contrató a dos profesores más para que cada educador se hiciera cargo de un solo grado.
Eduardo Casco, ingeniero del Inecel durante la construcción de Paute y otras centrales, recuerda que la escuela se creó justamente para acercar a las familias de los obreros.
Cuando se construyó la central en los años 80, recuerda, los trabajadores debían permanecer largas horas lejos de sus esposas, por lo que a modo de entretenimiento se inventaron el “baile macho”. Es decir, un baile que solo se daba entre hombres.
En una fiesta, Casco recuerda que llegó al campamento y al sonar de la música uno de los obreros le invitó a bailar. “¿Qué le pasa?” —respondió— “¿Cómo me va a invitar a bailar?”.
A lo que el obrero contestó: “No se haga el rogado. Si yo hasta con ministros he bailado”.