Nicolás Acosta, catedrático de la PUCE. Foto: Alfredo Lagla / EL COMERCIO
Debate
Así estamos
Entre 2007 y 2014 el Gobierno ha manejado un alto precio del petróleo que permitía mayor gasto público que estimulaba el consumo y la inversión privada. Las familias y empresas consumían o invertían porque confiaban en la economía. Las doce reformas tributarias que se aprobaron en ese contexto no causaron mayor efecto sobre las expectativas porque la economía mostraba buenas señales. Actualmente sucede todo lo contrario: bajo precio del petróleo, menor gasto público y sobre todo menor confianza. El Indicador de Expectativas del Consumidor, a febrero 2016, cayó 25% con respecto a febrero 2014. Una reforma tributaria bajo el escenario actual empeorará las expectativas y podría generar lo que en economía se denominan profecías autocumplidas. Por ejemplo, si los agentes económicos pronostican que en el futuro habrá una fuerte crisis económica, su propia conducta lo hará realidad.
Las salidas
Los más optimistas estarán paradójicamente pensando en volver al pasado, aquel en que el petróleo se cotizaba por sobre los USD 100 por barril. Pero no se deben encender velas para que la OPEP recorte la oferta de crudo, suba el precio y volvamos al escenario alentador. Las proyecciones indican que el precio del petróleo se mantendrá por debajo de USD 40 al menos por dos años. El problema en sí no es que el gasto público sea malo, sino que nos acostumbramos a que el gasto público solucione todos los problemas de la economía. Ahora el gasto público pasó de ser la solución, a ser la causa de nuestros problemas.
El Gobierno debería concentrar sus esfuerzos en reactivar la confianza de los hogares y sobre todo de los inversionistas. Para generar confianza es necesario no empeorar el marco regulatorio. Las empresas necesitan tranquilidad para mantener o incrementar sus inversiones y sobre todo para sostener el empleo. Y los hogares necesitan tener la seguridad de que su poder adquisitivo no se reducirá y que podrán consumir sin temor de lo que suceda en el futuro.
En ese contexto, el primer espacio para generar confianza es el diálogo. Las mejores estrategias para hacer frente al escenario adverso de la economía ecuatoriana deben surgir del diálogo entre gobierno, sector privado, hogares y demás actores. Los resultados de política económica que surgen en consenso suelen resultar más efectivos, ya que los actores, antes y durante su implementación, conocen los efectos y cooperan para que se logren los resultados esperados.
Bajo el actual escenario desalentador sobre el futuro de la economía ecuatoriana, el consenso implica que primero hay que preocuparse por la economía y después por la política. Una tarea compleja desde cualquier punto de vista.
Por un lado, los esfuerzos del Gobierno se concentran en conseguir financiamiento, para lo cual se plantea una nueva reforma tributaria que recaudará muy poco en relación al tamaño del déficit, aunque en épocas de sequía toda gota cuenta, sobre todo cuando el próximo año es electoral y el Gobierno tiene mantener su gasto para no comprometer a sus votantes. Pero se olvidan de lo más importante: la confianza que se pierde cuando se lanzan medidas como estas.