El mundo patas arriba, la realidad al revés. Luego de imágenes y titulares en diarios y canales que sigue intentando cerrar, ya nada puede sorprendernos. El revolucionario, quien habla de cambio, y le huele a sulfuro los Estados Unidos, desprecia a la prensa y los mundos ficticios, se pavonea por la alfombra roja de la mano del cineasta Oliver Stone.
Siguiendo al de la creatividad suficiente como para ser famoso en el mundo del celuloide, saludó con el público que gusta de los grandes alardes de riqueza, joyas brillantes y lujosos vestidos y, hasta firmó autógrafos. Nace una estrella, un divo del séptimo arte y solo los brujos sabrán cuáles son sus reales aspiraciones.
¿Será un Oscar de las manos de otra estrella a la que admira?¿Angelina Jolie lo abrazará entregándole la ansiada estatuilla? Dorada pero no de oro y deseada por aquellos cuya realidad es la irrealidad. ¿Logrará uno de estos gracias a la fortuita coincidencia de un productor que no conoce la realidad de una Sudamérica convulsionada? Y él, la nueva estrella, ¿encontrará el soñado abrazo, a perfecta altura, gracias a su corta estatura, arrimando la mejilla en el generoso pecho de alguna actriz?
Las contradicciones aparentan simples verdades. El juez que quiere darse de conocedor de la cultura y modus vivendi del ‘Sur de la Frontera’ y busca desesperado el brillo de los flashes, pare una estrella, cuando lo que es, es un cineasta, sin de ninguna manera despreciar la profesión. La trae al mundo, como a un inocente recién nacido; sin conocer de política, menos del continente. Critica a la prensa, que solo informa sobre palabras y acciones del ambicioso ególatra-estrella Chávez.
Llama desmesurados los comentarios de los periodistas, mientras, sin mesura, se declara admirador, sin crítica alguna hacia el mandatario “bolivariano”. ¿Será humana tanta perfección como para en años no tener ni una sola equivocación? Esto último refleja que el mundo del cine, aun en el Festival de Cine de Venecia, es teatral, irreal y que el realizador, puede, si así lo desea, presentar la realidad que se le ocurra y hasta tener quien le aplauda. ¿Habrá visto Stone que hombro a hombro dos hombres cargaban afiches distintos? El uno brindando la bienvenida al Presidente que el Gobierno italiano no recibió y, el otro, pidiendo una Venezuela libre? ¿Reflejará esto su próxima creación?
Chávez, vanidoso, permite que jueguen con su imagen y su ego crece desmesuradamente. Más preocupante aún. ¿Veremos a nuestro Rafael, confundido por su nombre, aunque mal escrito, también en esto tras los pasos del venezolano, y a poco pisando la alfombra roja dirigiéndose a una rubia como Sharon Stone y bajando la cabeza alcanzando también sus pechos, amamantarse de otro poco de irrealidad, contradicción y vanidad?