Ya está por comenzar otra gran conferencia mundial. Ahora los gobiernos se reúnen. Un gran foro que se junta para discutir un tema vital: El cambio climático. Una vez más la reunión supone nuevos cuestionamientos sobre el real impacto y las resoluciones que este tipo de citas pueden arrojar. Máxime si se ha medido la reticencia de las grandes potencias a firmar los compromisos que permitirían reducir el consumo de CO2.
Desde el Protocolo de Kyoto, importantes países -que a su vez son los máximos consumidores de energía con la quema de combustibles fósiles en gigantes cantidades- se han mostrado esquivos a firmar documentos que son un acto de fe en el futuro de un planeta habitable.
A esta altura ya nadie duda de los brutales impactos del calentamiento global. Las estadísticas muestran que la temperatura sube. Se acelera el deshielo y esas modificaciones en la temperatura causan enormes inundaciones, destrucción de infraestructura costosa, de viviendas y hace que miles de pobladores del planeta se queden en la calle y, lo más triste, el registro de muertos es inmenso.
Por eso es que es importante un firme propósito de buscar energías alternativas, opciones para multiplicar los proyectos hidroeléctricos, especialmente en países con un alto potencial como el nuestro. Además de la energía eólica -los antiguos molinos de viento, hoy convertidos en turbinas-, la geotermia y el alcohol.
Que Cancún no sea solamente el escenario de lindos discursos sino fuente de compromisos serios. Es vital.