El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, rompió ayer sus relaciones diplomáticas y comerciales con el Gobierno de Panamá por haber propuesto que la Organización de Estados Americanos (OEA) realice una reunión de cancilleres sobre las protestas que afectan al país sudamericano.
“Frente a la conspiración abierta del embajador del Gobierno panameño en Washington en la OEA, he decidido romper relaciones políticas y diplomáticas con el Gobierno de Panamá y congelar todas las relaciones comerciales y económicas”, dijo Maduro durante la ceremonia de conmemoración del primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez.
“Nadie va a conspirar impunemente para pedir una intervención contra nuestra patria. ¡Ya basta!” , agregó el Mandatario en un encendido discurso. Y también acusó al “gobierno lacayo” de Ricardo Martinelli de colaborar con Estados Unidos para crear las condiciones “para que la OEA y otros organismos den un paso de intervención en nuestro país”.
[[OBJECT]]
Más tarde, en un mensaje en Twitter, Martinelli se declaró sorprendido por la decisión de Maduro. Horas después, el Gobierno panameño emitió un duro comunicado, en el cual señaló: “Rechazamos como inaceptables las ofensas proferidas por el presidente (venezolano,) Nicolás Maduro, en contra de nuestro país y su más alta autoridad. El lenguaje soez utilizado es impropio del presidente de un hermano país”.
Asolicitud del Ejecutivo panameño, la OEA, con sede en Washington, anunció ayer que celebra hoy una reunión privada para decidir si llama a los cancilleres para buscar soluciones al clima de protestas en la República Bolivariana.
En un acto por la mañana también en homenaje a Chávez, Maduro ya advirtió que no permitirá ninguna injerencia en Venezuela de la OEA. La República Bolivariana cumple un mes ininterrumpido en alerta por una ola de protestas antigubernamentales contra la galopante criminalidad, la alta inflación y la escasez crónica de bienes básicos.
Las manifestaciones, las mayores desde que Maduro fue electo en abril del 2013 como sucesor de Chávez, han ocasionado 18 muertes. Además, se contabilizan 260 heridos y decenas de denuncias de violaciones de los DD.HH.
Las relaciones entre ambos gobiernos ya venían tensándose desde semanas atrás, cuando Maduro llamó a consultas a su embajadora en Panamá, país al que acusó de injerencia tras varias de declaraciones de altos responsables sobre la violencia en Venezuela.
En respuesta, Martinelli tomó la misma decisión de convocar a su embajador en Caracas. Días después propuso una reunión de cancilleres en la OEA. En forma paralela, la oposición venezolana y su líder, Henrique Capriles, rechazaron ayer la decisión de Maduro de romper nexos con el país centroamericano.
“Lo de Panamá, otra acción irresponsable de Nicolás para tratar de desviar atención de grave crisis en todos los ámbitos del país”, reaccionó Capriles en Twitter.
Una capital dividida
El este y el oeste de Caracas parecen pertenecer a dos ciudades distintas. Dos realidades paralelas que se miran con diferente actitud ante las protestas, pero una preocupación común por la situación que vive el país.
El oeste caraqueño es uno de los feudos más importantes del chavismo en Venezuela; así lo demuestran las sucesivas victorias electorales y el aparente clima de calma que envuelve a mercados y negocios que muestran el género sobre las aceras de avenidas.
El carrusel de autobuses que corre frente a las puertas del parque Alí Primera, en Catia, para llevar a los caraqueños a la playa, contrasta con las “guarimbas” o barricadas que han convertido en una carrera de obstáculos el día a día de los choferes en el este de la ciudad.
El este es escenario de manifestaciones y marchas diarias. Nadie sabe qué negocio va a abrir y a cerrar ni a qué hora, y los atardeceres en la plaza Altamira son para llorar entre gases lacrimógenos.
Pero las ya más de tres semanas de protestas que han pasado desde que una marcha pacífica acabara el 12 de febrero en violencia y el asesinato de tres jóvenes no dejan una interpretación uniforme en el oeste capitalino.
Allí, Josefina Braca tiene fotos de todos los tamaños con el fallecido Hugo Chávez en la pared del Comando Parroquial José Félix Rivas, el primero que el líder bolivariano creó en Caracas y situado a pocos metros de la plaza La Pastora, uno de los barrios con mayor solera de la ciudad.
“Aquí todo está como siempre, nos estamos preparando para el aniversario (que se cumplió ayer) de la muerte del comandante”, señala. Y asegura que las protestas del este de la capital no se han sentido.
A unas pocas cuadras, Luis Azavache, dueño de una pequeña despensa guarecida con una reja roja, reconoce que la situación no le tiene tan tranquilo. “Estamos viviendo un estado de crisis absoluta porque no hay compatibilidad entre la MUD (la alianza opositora Mesa de la Unidad) y el Gobierno”, indica Azavache, que se declara “votante”, “trabajador” y “progobierno”.