Dentro del Santoral de la Iglesia Católica están incluidos los nombres de un hombre y dos mujeres ecuatorianas.
El Santo Hermano Miguel nació en Cuenca, el 7 de Noviembre de 1854, en una casa colonial ubicada en el centro de la ciudad. Según la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, el niño que fue bautizado como Francisco Luis Florencio tenía los pies deformes, lo cual provocó tristeza en sus padres, Francisco Febres Cordero y Ana Muñoz.
Los primeros pasos los dio pasados los cinco años, según se indica en su biografía, el hecho ocurrió después de que el niño vio a la Virgen encima de un rosal.
Ingresó al colegio de los Hermanos Cristianos en su ciudad natal y en 1868, a pesar de la oposición familiar, ingresa al noviciado dejando de ser Francisco y se convierte en el Hermano Miguel.
El 8 de diciembre de 1882 emitió sus votos perpetuos en Quito. El deseo de servir a los demás en una constante en su vida religiosa, a través de la enseñanza y el aprendizaje, que se reflejaron en su más de 100 libros publicados y su desempeño como profesor.
Residió desde 1907 en Europa, específicamente en Francia, Bélgica y España. Falleció en Premiá de Mar, el 9 de febrero de 1910, por una neumonía.
Juan Pablo II lo declaró santo el 21 de octubre de 1984.
La Azucena de Quito fue la primera ecuatoriana en ser declarada Santa. La ceremonia encabezada por el papa Pío XII se realizó el 9 de junio de 1950.
Mariana de Jesús Paredes y Flores nació el 31 de octubre de 1618. Al quedar huérfana fue acogida por su hermana Jerónima.
Cuando tenía 10 años efectuó un voto de pobreza, castidad y obediencia, que lo guardó hasta su muerte.
Los sacrificios y voluntarias privaciones eran ofrecidos para la “conversión de pecadores”.
A los 26 años falleció, luego de ofrecer su vida a cambio de la salvación de Quito tanto de los terremotos como de las pestes que se produjeron luego del sismo de 1645.
Narcisa de Jesús Martillo Morán declarada Santa hace a penas cinco años. La ceremonia la ofició el papa Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro.
Nació en 1832 en la hacienda San José de Nobol en Daule. La sexta hija de Pedro Martillo y Josefa Morán creció en una familia creyente.
Narcisa perdió a su madre a los 6 años; por eso fue su hermana mayor junto a una maestra particular las que la educaron.
Después de su confirmación en 1939, la niña rezaba constantemente junto a un árbol de Guayabo.
Su devoción la incentivó a imitar a Santa Mariana de Jesús y su vida de penitencia.
Al morir su padre, en 1951, Narcisa se mudó a Guayaquil donde trabajó de costurera, mientras ayudaba a los pobres y enfermos.
En 1868 ingresó al convento dominicano de Patrocinio. A finales de año siguiente, el 8 de diciembre, falleció en su habitación.
Su cuerpo se mantuvo prácticamente intacto a pesar del tiempo.