Redacción Mundo, IPS
Hoy en día Irán sigue una interpretación conservadora de la ley islámica, la Sharia, que discrimina sistemáticamente a las mujeres. Por ejemplo, el testimonio de una mujer en un juicio vale la mitad que el de un hombre, y si una mujer es asesinada, la compensación para su familia es también la mitad de lo que sería en el caso de la muerte de un hombre. Las leyes niegan también la igualdad de derechos para las mujeres en cuestión de divorcio, custodia, herencia y vestimenta.
La presión internacional ha surtido efecto. Tras semanas de pretender que ignoraba la indignación de medio mundo por la condena a morir lapidada a Sakineh Mohammadi Ashtiani, una mujer de 43 años acusada de adulterio, Irán anunció que suspendía la ejecución y que su proceso iba a ser revisado.
Ashtiani, madre de dos hijos, está presa desde el 2005. En mayo del 2006 fue condenada a recibir 99 latigazos por mantener una “relación ilícita”. Después, fue declarada culpable de tener una “relación extramatrimonial”, de asesinar a su esposo y condenada a morir.
El caso de esta mujer desencadenó una serie de reacciones y protestas a escala internacional, porque la condena se consideraba exagerada y desmedida para el tipo de delitos que se le imputaban, además de ser primitiva y arcaica.
El pasado julio portavoces judiciales dieron a entender que iban a volver a examinar su caso, pero es la primera vez que la decisión se hace pública de forma clara.
El acontecimiento tiene incidencia sobre dos cuestiones sensibles para los líderes del régimen islámico: la soberanía nacional y la defensa de su sistema de justicia. Las autoridades iraníes justifican sus códigos legales y sus normas de derechos humanos como respetuosos de las tradiciones y valores nacionales.
Según la ley, en Irán un hombre puede divorciarse cuando quiera sin ninguna explicación, mas para que lo pueda hacer una mujer debe cumplir una serie de condiciones, entre ellas, que el marido la haya abandonado completamente.
Si el esposo encuentra a su mujer manteniendo relaciones sexuales con otro hombre tiene derecho legal a matarlos a los dos y, en cualquier caso, si se demuestra el adulterio la mujer puede ser lapidada hasta la muerte.
Durante la lapidación, se entierra a la mujer hasta el torso y se le tapa la cabeza con una bolsa de tela mientras personas le apedrean. Si consigue liberarse en esas condiciones queda en libertad.
A los hombres también se les puede condenar por adulterio, pero éstos tienen la potestad del llamado “matrimonio temporal” en el que se pueden casar con varias mujeres, incluso a veces durante algunas horas, solamente para poder mantener relaciones sexuales con ellas.
En cuanto a la comparecencia ante un juzgado por cualquier tema, una mujer sola no puede testificar y deben hacerlo dos juntas para que su palabra tenga valor jurídico.
Otra cuestión es el de la vestimenta. En el 2007, el gobierno iraní endureció las medidas de control sobre la forma de vestir de la mujer.
El denominado “plan para la lucha contra el mal velo” se aplicaba durante los meses de verano, en los que el calor obligaba a las mujeres a retirarse de forma parcial el velo que cubre todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies.
Irán justificó esta medida alegando que el 85 por ciento de las agresiones a las mujeres se deben a que “no usan el velo como es debido”.
El país sigue teniendo uno de los índices de ejecución más altos del mundo. En el 2009 fueron ejecutadas más de 388 personas, al menos 14 de ellas públicamente y al menos una por lapidación. Cinco de estas personas ejecutadas fueron por delitos cometidos cuando tenían menos de 18 años.
El sitio de internet Islamonline da la siguiente explicación: “Hay muchos episodios en la sunna (preceptos del Profeta) y (su) vida (…) en los que el profeta lapidó a muerte a un hombre y a una mujer infieles (…). Esto demuestra por lo tanto que el castigo (…) no es discutible”.
Las activistas cuestionan la libertad. Dicen que hay mucha resistencia a los derechos de las mujeres.
Afganistán, Arabia Saudita, Nigeria, Somalia, Yemen, Sudán, los Emiratos Árabes Unidos y en el norte de Nigeria son los otros países del mundo donde la lapidación aún es una práctica legal.
El futuro de esta mujer es todavía incierto, pero su caso es solo uno de los que ha trascendido a la opinión pública internacional.