Una mujer deposita flores en el monumento conmemorativo “Muro del Dolor” como tributo a las víctimas de las represiones políticas de la Unión Soviética durante la dictadura de Stalin. Foto: EFE
Los rusos recordaron, este 30 de octubre del 2018, a los cientos de miles de víctimas de las purgas estalinistas que hace 80 años costaron la vida a miembros de todos los estratos sociales de la URSS, desde obreros a popes, científicos, funcionarios, terratenientes y ciudadanos con apellidos extranjeros.
“Lamentablemente, la memoria es corta y muchos en Rusia ya han olvidado e incluso no quieren saber nada de esta trágica y terrible página de nuestra historia”, aseguró Efe el padre Kiril Kaleda, el abad de la Iglesia de Bútovo, a las afueras de Moscú.
El polígono de tiro de Bútovo es la cima del iceberg de lo que fue la engrasada máquina de represión estalinista que entre 1937 y 1938 liquidó a más de 700.000 personas y arruinó la vida de muchos millones de personas inocentes, tachados de la noche a la mañana de enemigos del pueblo.
Como los cementerios de Moscú ya no daban abasto, en el bosque de Bútovo, no lejos de las dachas (casas de campo) de los dirigentes del NKVD policía política precursora del KGB-, fueron asesinadas 20.762 personas en ejecuciones sumarias entre agosto de 1937 y octubre de 1938.
“Cuando mataron a mi abuelo, Alexandr Belov, 18 de febrero de 1938, fueron fusilados en un solo día casi 1.500 personas”, comentó a Efe Yanna, cuyo antepasado vivió una auténtica odisea, ya que fue enviado varios años a Siberia por ser propietario y a su vuelta fue detenido y ajusticiado de un tiro en la nuca.
Así morían casi todos los que llegaron a poner sus pies en este auténtico ‘Golgota ruso‘, como lo llama la Iglesia Ortodoxa, adonde llegaban en camionetas para el pan, por lo que desconocían hasta el último momento la suerte que les esperaba.
En el territorio del polígono, presidido por una pequeña iglesia de madera, aún existen 13 fosas comunes de 3,5 metros de profundidad que ahora se elevan por encima del resto del campo, mientras en los árboles aún hay marcas de los balazos.
“Mi abuelo era letón y trabajaba en una fábrica. Lo denunció un vecino, un chico de 16 años. Fue fusilado el 9 de agosto de 1938”, rememoró Sveta.
Cientos de familiares de represaliados acudieron hoy al memorial inaugurado hace un año en Bútovo para desahogarse pronunciando en voz alta los nombres, apellidos y la fecha del fusilamiento de su ser querido en un acto conocido como “El retorno de los nombres”.
“Rendimos memoria a todas las víctimas de las represiones, independientemente de su origen étnico, procedencia, creencias religiosas o ideología”, explica el padre Kiril.
Seguidamente, se adentran en el ‘Jardín de la memoria’, que consiste en dos hileras de losas de granito de 150 metros de largo y dos metros de altura donde están grabados por orden alfabético y fecha de fallecimiento los nombres de los 20 762 fusilados.
Una vez encuentran a su familiar en este particular muro de las lamentaciones, al final del foso los familiares pueden tañer una campana negra en su recuerdo.
Los sospechosos más habituales eran los antiguos kulak (propietarios), que ya lo habían perdido todo en la colectivización forzosa de la tierra, pero un apellido extranjero también te podía costar la vida.
Es el caso de Alfred Schmid, un alemán que vino a la URSS a construir el Comunismo, se casó con una rusa, tuvo dos hijos, pero eso no le salvó de acabar con sus huesos en Bútovo.
“Su hijo, mi marido, se cambió el apellido por Smirnov, aunque es un Schmid. Así de vueltas da la vida”, relató entre lágrimas Tatiana.
Por sus creencias religiosas fueron fusilados cerca de un millar de personas, entre sacerdotes, monjas y fieles, que se negaron a renunciar a su fe y “murieron por Cristo“, según Kiril, que estimó en más de 300 los mártires canonizados por la Iglesia.
Desde el 8 de agosto de 1937, jornada en la que fueron fusiladas 91 personas, en este campo de la muerte fueron ajusticiados hombres, mujeres y niños de entre 13 y 82 años, que fueron rehabilitados en su mayoría tras la caída de la URSS.
“La memoria es importante para que las futuras generaciones miren atrás y reconozcan no sólo las victorias, sino también las derrotas y las tragedias”, insiste Yanna.
Al respecto, el padre Kiril cree que “en los últimos años las nuevas generaciones sí quieren saber sobre sus antepasados y muchos descubren en internet que estos fueron represaliados“.
En 2007 durante una visita a Bútovo, el presidente ruso, Vladímir Putin, se sumó por vez primera a la condena de las represiones políticas soviéticas.
Además de los purgados, Putin, que no esconde su pasado en el KGB, recordó “el exterminio de estamentos enteros, como el clero, el campesinado y los cosacos”