Los reyes polarizan opiniones, pero nadie los tumba

Acusaciones de corrupción ponen en entredicho al rey emérito de España, Juan Carlos I, también salpicaron la popularidad de su hijo, Felipe VI.

Acusaciones de corrupción ponen en entredicho al rey emérito de España, Juan Carlos I, también salpicaron la popularidad de su hijo, Felipe VI.

Acusaciones de corrupción ponen en entredicho al rey emérito de España, Juan Carlos I, también salpicaron la popularidad de su hijo, Felipe VI. Foto: AFP

Octubre 18, 2019. Leonor de Borbón y Ortiz cautivaba con su discurso en la entrega de los premios bautizados en honor a la dignidad que ostenta, Princesa de Asturias.

Al esperado estreno en la vida pública de la actual heredera al trono español le tocó un puesto secundario con relación a las tensiones por las protestas independentistas catalanas en las portadas de los diarios de su país al día siguiente, pero más de una publicación reseñó después que la belleza y carisma de la adolescente, hoy de 14 años, suponía un repunte a la popularidad de la Familia Real y de la monarquía como institución.

En cambio, si en esta semana los españoles no tuvieran encima el problema que significa ser el cuarto lugar entre los países más afectados por el covid-19, sus titulares estarían acaparados por un nuevo escándalo: los presuntos actos de corrupción del rey emérito Juan Carlos I, unos años antes de abdicar. Pero incluso en medio de la emergencia sanitaria, no faltaron en las redes sociales las voces, con el inevitable ‘hashtag’ (etiqueta), que llamaban al debate respecto a si ya llegó la hora del fin del sistema con un rey que reina, pero no gobierna, #RepúblicaYa.

Pese a la extensa actividad a favor y en contra de la existencia de los monarcas y los títulos nobiliarios, con excepción de la extensa colección de opiniones que permite la conectividad actual no existe al momento ningún proceso con carácter vinculante en el que la población de un país vaya a decidir si quiere que desaparezcan o no. Así, según el último recuento de la cadena BBC, 44 estados soberanos son monarquías (absolutas, constitucionales o un sistema híbrido), varios d ellos con altos niveles de bienestar (Suecia, Dinamarca, Noruega, Japón).

¿Cómo explicar esto? Quienes defienden el statu quo tienen un argumento para rebatir cada una de las ideas que sustentan el deseo de un mundo moderno sin monarcas. Si bien sondeos como el realizado por Ipsos en 2016 en Canadá reflejó que el 53% de encuestados en ese país pensaba que tras la muerte de Isabel II de Inglaterra su país debía cortar los lazos de la Corona (como miembro de la Commonwealth), hay serios estudios académicos que buscan demostrar los beneficios de una corona.

Uno de ellos es el de Mauro Guillén, de Warhol University (EE.UU. ), quien afirma que las democracias monárquicas obtienen mejores resultados que las democracias republicanas. En su recuento, publicado en la versión española del portal Huffington Post, establece que “hay muchos países con monarquías que son relativamente pobres, como por ejemplo Camboya, Jordania, Marruecos y Omán. Otros países con monarquías gozan de un nivel de desarrollo intermedio, tales como Malasia o Tailandia. Y un último grupo tiene un nivel de vida medio elevado gracias al petróleo, como Arabia Saudí y los emiratos del Golfo (Pérsico)”.

Pero analizando data entre los años 1960 y 2013, concluyó que la combinación de monarquía con democracia aumentó el ingreso per cápita en relación a las naciones que eligen a su presidente; las únicas naciones que les han superado en crecimiento económico fueron las que estaban bajo un régimen dictatorial.

También están quienes defienden el papel simbólico de los reyes como un elemento diferenciador que favorece al erario nacional, pese al costo que significa mantenerlos a costa de los impuestos de los ciudadanos de a pie.

Si el rey Felipe VI costó a España USD 8,8 millones en el 2019, su país recibió por concepto de turismo USD 74 000 millones. La plataforma virtual de planificación de bodas Bridebook calculó en USD 43 millones la ceremonia del matrimonio entre el príncipe Harry con la actriz Meghan Markle en el 2018, pero Radio Francia Internacional hizo una estimación de ingresos para el Reino Unido de USD 601,9 millones con motivo de la ocasión, la mitad de los mismos dejados por los visitantes.

Noticias de miembros de la realeza en situaciones alejadas de la ejemplaridad, marcadas por sus privilegios, avivan el debate, como la relación del príncipe Andrés de Windsor con el máximo responsable de una escandalosa red de trata. Sin embargo, la popularidad de su madre, la reina Isabel, tuvo el año pasado su pico más alto: 72% de sus súbditos la consideran una persona “admirable y trabajadora”.

Y a las voces que llaman a no plantear un cambio a la luz de coyunturas, se suman criterios como el de Margit Tavits, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Washington, quien afirma que “los soberanos están “sobre la política” puesto que no tienen lazos con ese mundo antes de asumir su cargo, por lo que evitan ser parte de los enredos y pugnas que se viven esa escena”.

Por último, y no menos importante, está la fascinación popular hacia la realeza a la que pocos se han ocupado en hallar una explicación objetiva. Más allá de que cuando la princesa Leonor aparece con un vestido el modelo se agota en minutos en las tiendas españolas, la discusión sobre sus vidas se vuelve parte de la cotidianidad.

Las críticas hacia los sistemas monárquicos persistirán, como el hecho de que la única hija del recién entronizado emperador japonés Naruhito, Aiko, no pueda sucederlo en el trono por ser mujer. Pero a la luz de los hechos, las palabras y debates tienen poco deber para tumbar una corona.

Suplementos digitales