Frank Jack Daniel,
Reuters
Con una cosechadora roja cortando el arroz y grandes plantas de maíz, debería ser un día feliz en esta joven comunidad agrícola, pero Hildemaro Centeno mira con enojo a medida que las máquinas circundan sus tierras. Centeno, de 61 años, es uno de los casi 1 000 agricultores a quienes el Gobierno del presidente Hugo Chávez repartió tierras hace cinco años en la finca El Charcote, un vasto rancho ganadero que hasta entonces le perteneció a una de las familias más adineradas de Gran Bretaña, los Vesteys.
Él tiene alrededor de 24 hectáreas de tierra de primera calidad y acceso a préstamos baratos del gobierno para sembrar dos veces al año. Empresas estatales le alquilan maquinaria agrícola y le venden semillas, fertilizantes e insecticidas, siempre a bajos precios. Sin embargo, Centeno asegura que los rendimientos podrían ser 50% mayores si El Charcote -en clara alusión a un charco grande- fuera drenado y si los préstamos llegaran a tiempo para la época de plantación. “Se está dando la cosecha, pero no es todo, no es la idea (…) la idea es producir todo, buscando los rendimientos, hacer sustentable la agricultura, sino no estamos haciendo nada”, dice Centeno vistiendo una camisa roja en apoyo al gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
“Si rescatamos la tierra es para producir”, agrega. El Charcote, ahora dividido en lotes de 30 hectáreas, se convirtió en un símbolo de la revolución socialista de Chávez cuando envió soldados a tomarla en el 2005 en un intento por acabar con las grandes haciendas y repoblar zonas rurales casi abandonadas desde que la industria petrolera se inició en la década de 1920. El Gobierno recientemente compró las últimas 200 000 hectáreas de Vestey y 130 000 cabezas de ganado como parte de una profundización de su revolución en el primer productor de petróleo de Sudamérica. En los últimos cinco años, como parte de una reforma agraria, el Gobierno ha tomado el control de más de dos millones de hectáreas de manos privadas. Chávez asegura que aquellas políticas están impulsando la producción de alimentos y aliviando la pobreza rural, pero sus críticos dicen que han sido un gran fracaso. El Charcote ha reunido algunas de las metas de Chávez. La economía en Las Vegas, un pueblo aledaño, se revitalizó por la afluencia de familias campesinas con fondos del Gobierno. Sin embargo, también simboliza los errores del Gobierno. Mucha de la tierra está inundada. Solo los agricultores en tierras altas pueden plantar y solo bien organizados grupos de campesinos han participado en programas de enseñanza para cultivar arroz y construir caminos. Otros, languidecen en la miseria. La ex casa de la antigua hacienda se ha convertido en una copada escuela para unos 150 niños de familias campesinas que viven en casas de adobe con piso de tierra y techos de hojalata. “Nos ha ido bien aquí, estamos trabajando y produciendo”, relata Carlos Rojas, descansando junto a su hermano, varios pollos y un cerdo a la sombra de un área de bambú preparándose para cosechar 60 hectáreas de arroz. Pero, a muchos de los agricultores que llegan a El Charcote de todo Venezuela con la esperanza de hacer agricultura no les ha ido bien. Gran parte ha perdido su cosecha entera por las inundaciones. Los críticos de Chávez aseguran que muchas de las tierras distribuidas de las grandes haciendas están en llanuras pantanosas solo idóneas para la cría de ganado. “Yo perdí un crédito porque se me inundó la parcela. Con el segundo crédito me pasó lo mismo, pero eso fue con frijoles. Esta tierra no es para siembra, es para ganadería”, indica la agricultora Angela Epinayu, cuya choza de lata está adornada con un póster de Chávez quien suele repetir que nació en una casa de similares condiciones.
El lord Sam Vestey, presidente del Grupo Vestey, es amigo del príncipe Carlos de Gran Bretaña y aparece detrás de la reina en los desfiles por un puesto ceremonial que posee. Su firma ha sido dueña de tierras en Venezuela desde 1903, pero se ha visto forzada a irse con las últimas movidas de Chávez. Mientras el Gobierno ha canalizado más fondos para la agricultura que sus predecesores, la redistribución de tierras ha fallado en convertir a Venezuela en autosuficiente y, en cambio, es ahora más dependiente de alimentos importados.
Estadísticas oficiales dicen que la producción de alimentos creció 25% en la última década; sin embargo la cifra es discutida por algunos agricultores. Cualquier subida de la producción no ha alcanzado el aumento de la demanda a raíz de los programas de Chávez para poner más comida en los platos de los pobres.
El Gobierno pagó USD 4,2 millones por las 13 000 hectáreas de El Charcote y es probable que le dé a Vestey mucho más por el resto de sus tierras. Al igual que muchos agricultores de El Charcote, Epinayu está esperando ayuda del Gobierno para comprar ganado y equipo. Las zanjas y los diques de El Charcote están obstruidos por sedimentos y el Gobierno debe limpiarlos, dicen los agricultores. “Esto no está funcionando como debería ser”, dice Clavier Tovar, de 32, parado sobre un camión con 17 toneladas de maíz. “Solo esta área ha sido plantada, la otra parte son puros terrenos baldíos. Si funcionara correctamente, esto sería demasiado hermoso”, agrega.