La jornada electoral se realizó con calma. Hasta la media noche, el Consejo Nacional Electoral de Venezuela no difundía los resultados.
Petare es una de las zonas marginales de Caracas. Ubicada en el este de la urbe, es un bastión del chavecismo donde la gente no tiene miedo a decir “voy con Chávez hasta la muerte”.
El ingreso a este extenso sec-tor, donde viven alrededor de 500 000 personas, parece un mercadillo lleno de basura a un costado del parque La Redama, donde hay una estatua de Cristo.
La amplia y moderna avenida Francisco Miranda, que desemboca en el paso a desnivel que lleva hasta Palo Verde, más adelante, se transforma en una callejuela más. Es una ciudad dentro de otra ciudad, dicen los venezolanos de este sector, donde a medida que se adentra se llega a los cerros y ranchos más pobres.
Ahí el presidente Hugo Chávez tiene sembrada la revolución, que en otros sectores de clase media y alta es rechazada. Ayer los kioscos del sector estaban cerrados y en las esquinas, junto a dos recintos electores, las montañas de basura eran la característica.
Foto: Mónica Mendoza
El movimiento estaba en la parte de atrás del Colegio José Jesús de Aroche. Dos filas se formaban para ingresar al local. Pero los militares del Plan República, vestidos de verde oliva, no permitían el ingreso de los electores.
Las máquinas con el perso-nal que verificaba el número de cédula y las huellas dactilares estaban instaladas. Pero los miembros de las mesas, donde debía recibirse el voto elec-trónico para elegir a 165 dipu-tados, delegados al Parlamento Andino y al indígena, no llega-ban a las 07:00 (media hora más que en Ecuador).
Con una sillita y un parasol, Neilin Franquis (35 años) se acomodó en la calle, a su lado Luis Avariano (25) contaba que se despertó con el toque de diana que se escuchó a las 04:00 en Caracas.
El sonido de cohetes y tambores se escuchó en varios sectores de la capital y es usual en cada elección. Es la forma del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de poner a sus partidarios alertas.
“Mire, acá vinieron los rojo-rojito y nos dieron de todo, en mi casa hicieron un muro para que no entrara el agua y, entonces, cómo uno no va a votar por este Gobierno”. José Luis Arias (47) secundaba a sus compañeros de fila para asegurar que está contento con el régimen de Chávez, que ayer buscaba en las urnas mantener el control de la Asamblea Nacional.
Foto: Mónica Mendoza
Del otro lado de la calle, Luis Alfonso Barrera (45) no escondía su molestia. A su lado, Edith Feria (40) huía del intenso sol que caía en la otra vereda. “Este país es de él (Chávez), pero aquí lo que la gente quiere es tranquilidad, no hay ni cómo trabajar…”.
La fila de más de 100 m se confundía con otras dos que había en las calles estrechas de la zona, considerada como colonial. Ahí un grupo de mujeres conversaba que los módulos del programa Barrio Adentro, con médicos cubanos, el CDI, un centro de diagnóstico integral, y el Mercal, mercado de alimentos baratos, han sido las mejores obras de Chávez.
En otro sector del Municipio de Sucre, al que pertenece Petare, los testimonios de los venezolanos eran diferentes, la gente pedía cambios, una asamblea más equilibrada. Es un sector de clase media, de edificios modernos, de calles limpias, donde los recintos electorales abrieron temprano.
Entre los electores había gente divertida que bromeaba con el rico sol de la mañana y con la agilidad con que avanzaba el proceso.
En el Liceo Gil Borges, en una fila de la tercera edad, Alicia Padrón (75) contaba que los 1 200 bolívares que recibe por jubilación no le alcanzan pero dice que prefiere quedarse callada.