El papa Francisco afirmó hoy que las monjas son “grandes mujeres y pilar de la Iglesia” y advirtió que sin ellas, que son un don, “no se puede pensar” la institución.
Jorge Bergoglio, improvisando durante el Angelus dominical, habló asà de las monjas, el ejército de religiosas que con frecuencia están al frente de la Iglesia en las fronteras humanas y sociales, que lamentan no sólo una disminución de las vocaciones, con excepción de las contemplativas, sino también una escasa consideración.
“Pero pensemos un poco -dijo Francisco- qué sucederÃa si no estuviesen las monjas, si no hubiese monjas en los hospitales, si no hubiese monjas en las misiones, si no hubiese monjas en la caridad. Piensen en una Iglesia sin las monjas, no, no se puede pensar, son este don, esta levadura que llevan el mensaje de Jesús, son grandes estas mujeres”.
Las palabras del Papa coronan, en su estilo afectuoso y de proximidad, la jornada de la vida consagrada: la misa de la mañana en la basÃlica de San Pedro, en el dÃa de la presentación de Jesús al Templo, tradicionalmente dedicada a la vida religiosa, tanto masculina como femenina.
Toda la reflexión del Papa sobre el tema fue desarrollada en la homilÃa de la misa y prosiguió durante el Angelus: “Visto que hace bien a los ancianos comunicar la sabidurÃa a los jóvenes y hace bien a los jóvenes recoger este patrimonio” es necesario “llevarlo adelante, no para custodiarlo en un museo, llevarlo adelante con los desafÃos que la vida nos impone, nos da, para el bien de las respetivas familias religiosas y de toda la Iglesia”, dijo.
El PontÃfice también exhortó a “no ver observancia y profecÃa como realidades contrapuestas, a no ver rÃgidos, cerrados, por el contrario, abiertos a la voz de Dios que habla, que abre, que conduce”.
Bergoglio confirmó que el “2015 será dedicado en modo especial a la vida consagrada”, luego de que esta mañana en la basÃlica de San Pedro celebró con los religiosos de todo el mundo la misa para la jornada de la vida consagrada.
También rezó por “nuevas vocaciones entre los jóvenes, que respondan sà al Señor que los llama a consagrarse totalmente a él para un servicio desinteresado a los hermanos”.
“Las personas consagradas -observó el PontÃfice- son signo de Dios en los diversos ambientes de la vida, son levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna, profecÃa de compartir con los pequeños y los pobres”.
Asà entendida y vivida, “la vida consagrada nos aparece como esta es realmente: un don de Dios. Un don de Dios a la Iglesia, un don de Dios a su pueblo”, agregó improvisando.
“Toda persona consagrada -prosiguió- es un don para el pueblo de Dios en camino. Hay tanta necesidad de estas presencias, que refuerzan y renuevan el compromiso de la difusión del Evangelio, de la educación cristiana, de la caridad hacia los más necesitados, de la oración contemplativa, el compromiso de la formación humana y espiritual de los jóvenes, de las familias, el compromiso para la justicia y la paz en la familia humana”.